Cuarenta personas (profesores, actrices, escritores, políticos, directores de esto y de aquello) han intervenido en una encuesta de la Revista El Cultural, que no sé si ustedes han leído. Hubo respuestas para todos los gustos, aunque tales respuestas me parecían predecibles. Y es que se preguntaba a los encuestados si estaban a favor o en contra de la supresión del Ministerio de Cultura, dada la tremenda crisis actual.

Pregunta atrevida, ¿no creen ustedes? Y respuestas un tanto atrevidas también, algunas de las que allí se ofrecen. Si se hubiera formulado la misma pregunta hace diez o quince años, las cosas hubieran sido diferentes. Nadie hubiera contestado negativamente. Si les digo mi pobre opinión de hoy, yo crearía una dirección general para la Cultura, dependiente del ministerio de Educación.

-Claro. Tú has sido siempre maestro de escuela y echas la brasa cerca de tu sardina. ¿Por qué no suprimes la Educación Infantil (para niños de tres a seis años) que es algo secundario y ahorraría muchos millones que podrían emplearse, por ejemplo, en Sanidad, ministerio que las está pasando moradas, como sabe todo el mundo? Además, lo primero es comer y tú sabes perfectamente que en España hay mucha gente que apenas puede comer cada día.

Me lo reprocha doña Paca que, siendo simplemente ama de casa, sin estudios secundarios, sabe perfectamente lo que vale un peine. Y no se conforma con lo que he dejado expuesto más arriba:

-Yo sé que la Educación y la Cultura son importantes, pero no queda más remedio que clasificarlas como de segunda categoría. ¿O vas a suprimir el Ministerio de Sanidad? Dije antes y te lo repito ahora que lo más importante es comer. Y después, las aspirinas, el calcio, las inyecciones y los jarabes. Todo lo demás -o casi todo- puede suprimirse o, al menos, reducir los presupuestos que les tienen asignados.

Como mi pretensión es ser absolutamente sincero, les diré que comencé a asistir a la escuela a los seis años. Y reconozco que me fue muy bien. Pero, al mismo tiempo, estoy convencido de que esa etapa que se extiende entre los tres y los seis años, tiene también una gran trascendencia a la hora de abrir la mente a los muchachos que comienzan. Claro que estoy con usted cuando me dice que lo primero es comer. Lo que pasa es que cada cual tiene una opinión y todas son respetables.

-¿También te parecen respetables las decisiones gubernamentales que subvencionan con cifras astronómicas un cine y un teatro horrorosos? ¿Y te parecen normales las subvenciones, con cifras estratosféricas, que se entregan al folclore, al deporte, a eso que se llama Arco, en Madrid, a las policías autonómicas, a las fiestas que hacen sufrir a los toros en cualquier pueblo, a la multimillonaria iluminación de calles y plazas un mes antes de llegar la Navidad como si estuviéramos en Nueva York. ¿Y te parecen bien los millares de cohetes que se explotan en cada fiesta pueblerina, incluso de día, cuando los cohetes han sido inventados para dispararlos de noche, aunque se asusten los niños porque se despiertan creyendo que llegó el lobo de Caperucita? (Observen que no digo Caperucita Roja sino simplemente Caperucita porque el adjetivo roja la sido convertido en sustantivo por don Vicente del Bosque para designar a la selección española de fútbol).

Y ya que he citado el fútbol quiero copiar para ustedes tres frases que he leído el mismo día y en el mismo periódico (en Marca, por supuesto):

"Hay que penalizar a los equipos que no se ajusten a sus presupuestos". Lo ha dicho el señor Vega Arango, presidente del Sporting de Gijón. La segunda frase dice así: "El Atlético de Madrid va a construir un nuevo campo para dar acomodo a setenta mil espectadores. El actual sólo permite la entrada de cincuenta mil y nunca -casi nunca- se llena ¿Gracioso, verdad? ¿Y cuánto costará la broma?

La tercera frase apunta a funeral: "El Granada, al borde de la desaparición". Una ciudad como Granada, que debe acercarse -eso creo- a los 300,000 habitantes y una provincia que se acerca -también lo supongo- a los novecientos mil, por echarse en manos del despilfarro, está a punto de irse a paseo. ¿Ustedes qué piensan ¿Y qué piensa usted, doña Paca?

-Si los presidentes no se creyeran jeques árabes, otro gallo nos cantaría. Pero ya sabe usted. Lo primero, comer; después las aspirinas y los jarabes. Y que los niños de tres a seis años esperen un poco para ir a la escuela.

¡Caramba con doña Paca!