Gaudete, gaudete! Christus est natus ex Maria virgine, gaudete! "Un Dios muy pequeñito al que se puede estrechar entre los brazos y cubrir de besos. Un Dios calentito que sonríe y que respira, un Dios al que se puede tocar y que vive" (Sartre). Un Dios que nace en una cueva, en una gruta de la recóndita Belén. La caverna ya no es un abismo trágico, inconsciente, telúrico, guarida de prófugos y brujas. Ya no es ese símil del mundo donde, según la tradición zoroástrica y griega, los hombres permanecían encadenados por su ignorancia.

Et Verbum caro factum est et habitavit in nobis (Jn 1, 14). Dios se ha encarnado, ha acampado entre nosotros. Toda huida del mundo es estéril por cuanto el mundo ha quedado preñado de Dios. Jesús ha nacido del vientre sagrado de la mujer (¿qué ámbito humano hay más sagrado que la matriz, donde se gesta toda vida humana?). Jesús ha nacido en una gruta: en el vientre de la tierra. El mundo, desde sus cimientos, está ahora transido de Dios. El mal sigue serpenteando, pero culebrea ahora desenmascarado. Nadie confundirá ya la divinidad con Moloch: ningún Dios fenicio o azteca tragará en adelante niños ni sacrificios humanos. Dios es inocencia y verdad. Dios es Luz. Dios es un Niño que ríe y llora, "un nuevo comienzo, un juego, una rueda que se mueve por sí misma, un primer movimiento, un santo decir sí"... un "decir sin límites: sí y amén" (Nietzsche). Desde hace dos milenios "la luz brilla en las tinieblas" (Jn 1, 5).

Ubi caritas gaudet ibi est festivitas. Así exultaba S. Juan Crisóstomo: "Donde se alegra el amor, allí hay fiesta". No una fiesta espuria, nevada de confeti, que se celebra a sí misma. La Navidad, el dolç Nadal, la Merry Christmas, la joyeux Noël cantada en todos los idiomas es, con la Pascua, la fiesta entre las fiestas. Donde uno recibe y posee lo que ama. Donde ese don, regalo gratuito, se recibe en común. Alegría por tanto compartida, comunitaria, que afirma el sentido del mundo -¡qué bien que él exista!- y lo celebra hasta el derroche. Gastos extras para festejar el acontecimiento; pero, ante todo, sobreabundancia espiritual, contemplativa, de amor para acoger el don, la belleza que se nos regala. Como decía un sabio, "la única manera de saber reír es tomarse en serio la trascendencia". Por eso todo cántico espiritual (de S. Francisco de Asís, S. Juan de la Cruz o Joan Maragall) es una afirmación del mundo. Porque el mundo no es ningún cuento sin sentido contado por ningún idiota. Lo ha nombrado Dios y ha visto que es bueno y bello. Lo ha renacido, lo ha colmado y redimido desde la cueva de amor viva de Belén a la gruta sepulcral que hizo estallar de luz el día en que resucitó.

Enrique Sánchez Costa

Dónde están las llaves, matarile

¿Y ahora?, ¿cómo puede don Paulino Rivero demostrar que las aguas que rodean a las Islas Canarias son españolas?

Por las últimas noticias recibidas, es todo lo contrario. La Unión Europea ha decidido liberar a Marruecos de la influencia pesquera europea sobre sus caladeros, lo que ha afectado directamente a la flota pesquera canaria. Tanto es así que han tenido que salir pitando unos treinta y siete barcos de pesca canarios, poco menos que con el rabo entre las piernas. Con unas pérdidas, en principio, de unos diez millones de euros.

Esto demuestra lo que el periódico EL DÍA ha venido advirtiendo al Sr. Rivero: que no tenemos jurisdicción sobre las aguas donde están situadas las Islas Canarias. Y que el monarca alahuí es el dueño y señor no solo de las aguas, sino en un futuro no muy lejano del Archipiélago Canario. Por lo que se ve, al Gobierno español esto le importa un pimiento. La prueba la tenemos con la célebre Marcha Verde, donde salimos de estampida de nuestras posiciones africanas. Así que si no abrimos los ojos a tiempo nos vemos muy pronto vistiendo la chilaba. Y nuestros políticos en Babia, como siempre.

Solo nos libraremos de esta peligrosa situación consiguiendo la independencia. Donde ante la ONU seríamos una nación con pleno derecho de libertad internacional. Y esto lo tiene que decidir ya el pueblo canario, manifestándose pacíficamente ante el Gobierno de España, que no abre los ojos ante esta trascendental realidad.

Juan de la Rosa González