ES LO QUE TIENEN las fiestas navideñas. Lo normal es tener siempre presente a familiares y amigos que ya no están con nosotros; es ley de vida. Pero hay que seguir adelante. Por eso, en mi familia hacemos un encuentro especial entre hermanos/as y cuñados/as, y compartimos un buen ágape y la alegría de estar juntos, a pesar de nuestro particular deterioro, y de que faltaron dos personas por encontrarse indispuestas. Hace ya unos años que es mi hermana Pili la que se encarga del ágape. Es una cocinera excepcional, y está acostumbrada a hacer comida para un regimiento, y aunque solo éramos nueve, al día siguiente aparecerían unos cachos de hombres, como son mis sobrinos, y arrasarían con los restos.

El lugar del encuentro también es especial; lo llamo el hotel rural, pero es la finca que mi cuñado y mi hermana tienen en Los Campitos. La comilona constó de diferentes platos. De entrada, tres bandejas de ensaladas, a cada cual más buena: aguacate con pimientos y salmón, tomates y pimientos con salsa de mango, y otra variada con granadas desmenuzadas, que le dieron un aire exótico. Después trajo dos bandejas de croquetas, dos de queso blanco, una de embutidos, dos enormes tortillas y otras más con langostinos al ajillo y pulpo a la gallega. Remató con una exquisita paella. Todo bien regado con un gran tinto, y que no lo sepa la policía, pero me bebí más de una botella yo solo, aunque no conduje. Terminamos con diferentes postres y frutos secos. Tras el recuento de costes, tocamos a diez euros por persona, ¡por eso nos apuntamos todos los años!

Las conversaciones son de todo tipo, y siempre sale a la palestra el barrio de El Toscal, del que son expertos mi cuñada Mercedes y mi cuñado Jaime. Me gusta escribir sobre este acontecimiento cada año, pero de antemano pido perdón a mis hermanos, porque me gustaría centrarme en Manolo, uno de los que faltan. Fue un militar serio, honesto y preparado. Alcanzó el rango de teniente-coronel, pero por una injusticia de don Narcis Serra, ministro de Defensa con Felipe González, se le escamoteo la posibilidad de llegar a coronel de Artillería y algo más. Siempre fue un cumplidor de sus obligaciones, y aunque parecía algo duro, pues cuando te hablaba parecía estar arrestándote, en el fondo era un saco de pan. Tenía una cultura vastísima, con una conversación fluida y para gente inteligente. Fue unos años capitán en la IPS (Instrucción Premilitar Superior), e hizo su carrera de teniente en la Academia de Segovia, y la de capitán en Zaragoza. Su gran preparación le permitió especializarse como profesor en Matemáticas, Física y Química, y lo tradujo en enseñanza e instrucción a los jóvenes de la academia militar, y en el Colegio Militar de nuestra isla, amén de un montón de alumnos a los que dio clases particulares, incluidos algunos de mis hijos y sobrinos. Por su profesión recorrió media España y lugares de África. Hace ya diez años que nos dejó, pero nunca he olvidado los buenos momentos que compartimos ambas familias, ya que desde que me casé sus hijos y los míos se criaron juntos.

Podría escribir un sinfín de acontecimientos sobre él, pero solo he elegido dos. El primero es cuando murió mi padre en abril del 53 en Jaén. El entierro tuvo que retrasarse hasta las cinco de la tarde para que pudiera acudir. Mi padre era una persona muy apreciada y querida, y el inmenso gentío que acudió al sepelio, más de quinientas personas, esperó con paciencia la salida de la comitiva desde nuestra casa. Su llegada fue muy emotiva sobre todo para mi madre, ya que venía con su uniforme de gala de teniente. Nos abrazó a todos y se puso al frente. A mí me pasó el brazo por el hombro y me acompañó durante el trayecto. El segundo recuerdo es de unos años antes, aunque ya han pasado casi seis décadas. Fue cuando llegó a la estación de tren de Jaén con su familia. Mientras esperamos que los viajeros se apearan, él me entregó por la ventanilla del tren un cachito de carne con un abrigo de color rojo, que miraba asombrado a tanta gente: era mi sobrino Paco, hoy médico en La Gomera.

Dos anécdotas familiares que me han quedado grabadas. Por eso apelo a no dejar de hacer reuniones familiares, en estas fiestas o en otras, y les deseo salud y prosperidad para todos en el nuevo año.

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