DE CLINTON se dijo que nunca antes un presidente había tenido a la prensa tan en contra durante su primer mandato... y nunca un mandatario norteamericano había renovado su inquilinato en la Casa Blanca con tantos votos. Una situación -la de la prensa en contra y, pese a ello, un alud de votos favorables- que se corrigió al alza en el caso de su sucesor: el polémico Bush hijo. Un político hartamente denostado por los medios de comunicación y, sin embargo, refrendado en las urnas como no lo había sido nadie antes; ni siquiera el mencionado Clinton.

Lo mismo está ocurriendo por estos alrededores con políticos del PP. Con José Manuel Soria en primer lugar, pero no solo con él. ¿Se puede estigmatizar más a alguien de lo que ha sido vilipendiado el nuevo ministro de Industria en algunos rotativos archipielágicos? Sería difícil. El otro día leí una breve reseña de su trayectoria desde que decidió saltar a la política. El ataque de risa que me dio fue de tal magnitud, que a punto estuve de sufrir un síncope severo. Con perdón para quien redactó el texto -aunque los machangos no suelen merecerme ninguna consideración-, la mitad de lo que se contaba era mentira, una cuarta parte resultaba dudoso y solo el veinticinco por ciento sobrante, siendo algo generosos, poseía una vaga posibilidad de resultar cierto. Digo esto no con la autoridad de quien habla ex cátedra, ni mucho menos, sino simplemente amparado en la circunstancia de que buena parte de esa historia la conozco de primera mano y otra, no menos importante, me la han pormenorizado personas en su momento muy vinculadas al líder del PP canario. Lástima -para esos no citados medios de comunicación, claro- que el electorado se guíe por intuiciones o convencimientos propios, y no por lo que le dicen algunos telepredicadores, radiocontertulios o plumillas siempre en la almoneda para ofertarse al mejor postor. Qué triste derroche de recursos, máxime cuando siempre se ha dicho que el esfuerzo inútil conduce a la melancolía.

Si las personas, y consecuentemente también los políticos, son descritos por sus hechos, le cabe a Soria el mérito de haber convertido una ciudad desordenada y hasta sucia -Las Palmas- en una urbe agradable por igual para vecinos y visitantes. Y lo mismo cabe decir de la isla. No hay más que dar una vuelta por las carreteras de Gran Canaria y hacer lo mismo luego por algunas de Tenerife. Un experimento sencillo y barato, desde luego, pero muy clarificador de lo que se puede hacer en cuatro años y de lo que no se ha hecho aquí, por incapacidad, desidia o lo que sea, en más de una década. Qué suerte tienen los canariones con sus políticas y qué desgraciaditos somos los chicharreros con los nuestros, auditorías aparte.

Auditorías como la que le montaron al senador Alarcó en plena campaña electoral; una artimaña muy jaleada por algún que otro indecente o ganapán metido a juntaletras, si bien el resultado fue de nuevo un tanto pobre para sus enemigos; nada menos que 90.000 votos más que el señor Melchior, un 40 por ciento más de sufragios propios que en las elecciones anteriores y el mérito de ser el candidato al Senado más votado en la historia de Tenerife. Eso es lo que consiguen con sus diatribas determinados informadores, opinadores y demás calaña.