DON JOSÉ Miguel Morales Sánchez ya forma parte de la estela de hombres justos, cabales e íntegros que en vida dejaron una huella indeleble de honradez, laboriosidad y generosidad. Un hombre singular que nos dejó en la antesala del solsticio de invierno. Era descendiente de una estirpe que ha dejado su impronta en la historia y la cultura de las Islas como su abuelo, que fue alcalde de Tacoronte, y su padre, don José Morales Clavijo, que se destacó como caricaturista y que fue colaborador de EL DÍA, por el que sentía un gran afecto y del que siempre que tenía ocasión recordaba en las innumerables charlas en las que me cupo el honor de participar en el recordado Oasis Centro de la calle San Juan del Puerto de la Cruz, o al término de las reuniones del Club Rotario, en las tardes noches de los jueves en el hotel Botánico o en la cafetería-terraza de Meme.

Por razones de oficio, tuve la ocasión de tratarle personalmente a él en calidad de presidente y pasado presidente del Rotary Club de la ciudad turística, donde desarrolló una labor inmensa y fructífera, particularmente, en el fomento de las relaciones públicas y con los medios de comunicación, a los que abrió la entidad, hasta que nos dejó hace una semana. Pocos días antes había asistido a un acto del Rotary Club, según me comentaron el doctor Juan Ruiz y el escritor y experto en turismo Antonio Pedro Tejera Reyes, el jueves pasado, presidente y miembro de la citada entidad, respectivamente.

Supe de su diligencia y devoción por su labor comunicadora de las actividades sociales de los rotarios tinerfeños y del mundo, de su preocupación por la formación profesional de los periodistas, propiciando una modalidad de becas para la asistencia a cursos de especialización o distribución de libros sobre Ciencias de la Información en la década los noventa del pasado siglo fundamentalmente. Recuerdo que don José Miguel Morales siempre solía preguntar si teníamos noticias de que se fuera a organizar un seminario o jornadas para propiciar la colaboración institucional, y ni que decir tiene de la ingente acción en pro de los más necesitados de esta tierra y de otros lugares del mundo menos favorecidos que constituye una de las principales banderas del Rotary Club Internacional.

Siempre que era requerido para una consulta o cualquier gestión informativa estaba listo; rara vez había una negativa por respuesta, y aun considerándolo un atrevimiento, solía sugerir temas de interés o facilitar entrevistas cuando había un congreso o cambiaba la junta directiva del Rotary Club. Su vocación y capacidad de servicio ahondaban sus raíces en el espíritu emprendedor que siempre le caracterizó desde su mocedad, que le llevó a emigrar a Venezuela y Santo Domingo para luego retornar a Tenerife y dedicarse plenamente a la joyería, hasta su jubilación en su establecimiento de la calle Santo Domingo (¿quién no recuerda su entrañable joyería "Ana" frente al muelle pesquero, su centro de trabajo y lugar de encuentro de amigos?), toda una constante que supo compartir con quienes tuvimos la suerte de tratarle o de conocerle personalmente. Un hombre hospitalario y servicial donde los haya, y siempre le recordaré con afecto no solo por lo antedicho, sino por su gran sentido del humor, por su talante campechano, liberal, cercano y social. Nos deja huérfano un hombre valioso por su casi infinita capacidad de servicio hacia sus semejantes.

Que el Todopoderoso lo bendiga y lo guarde donde quiera que esté.