Imaginemos que existe un cielo. Sí, contradigamos por un día a John Lennon e imaginemos que existe un cielo. Un cielo donde se acoge a las almas virtuosas, a los espíritus puros, a las gentes nobles y a las cuales, en verdad, podemos llamar buenas que no son tantas.

A ese cielo hace unos días llegó María Dolores Padrón Jorge, nuestra abuela. Y desde aquí la extrañamos a rabiar, pero pienso en que otras personas, durante años separados por el espacio y tiempo, podrán disfrutar de su presencia y que ellas también le echaban en falta. Contar con su compañía es un privilegio incluso para ese cielo reservado para los excelentes. Así que me pongo a meditar cómo habrá sido el reencuentro.

Imagino a sus hermanos saliendo a su encuentro. Diego le tendría preparado sus horneados bizcochos, esperando a no ser catados hasta que abuela Lolita los adornara con su toque personal como en las bodas. Antonio le regalaría un cofrecito como las filigranas que con tanta maña aprendió a realizar en su juventud. Nérida estaría dando los últimos retoques al Nacimiento, que es fecha, y le diría que se sentase, la mesa ya está puesta y pronto llegaría el festín compuesto por costillas y papas. Para pasar al comedor, previamente, recoger el ejemplar mensual de "El Santo". Amenizando la espera, Mauro, al ser día de fiesta por el recibimiento, disfrazado de mujer y con el gesto desgarrado y el ánima henchida entonando "Muñequita linda". Se sentaría junto a Carmita que le brindaría su angelical sonrisa y le confesaría al oído que para los postres tenía cocinada leche condensada caramelizada.

Emocionada, abrumada, con la boca hecha agua ante el manjar, no se daría cuenta de alguien que se sienta a su vera, Antonio, su amor, su marido. Medio siglo sin verse, sin poder sonreírse, sin abrazarse. Con las lágrimas propias del momento, preguntaría abuelo Antonio por la chinija, que no logró ver crecer; por sus nietos, a los cuales nunca conoció; por cómo la vida había tratado a Lolita, y al verla de riguroso negro comprobaría esa fidelidad tan inquebrantable que mantuvo desde que se separaron.

Antes de iniciarse el banquete, Lolita oiría la voz de sus padres, Antonio y Carmen, presidiendo la mesa en unos sillones adornados con guirnaldas. Inevitablemente, el tema de conversación sería La Laguna. Y en estas aparecería Conchita advirtiendo que no se les ocurriera empezar sin ella, la alegría en persona, arrancándose a cantar, y todos juntos siguiéndola, "Bendita tierra canaria". Entre isas y habaneras terminarían a capela recitando: "No hay quien pueda, no hay quien pueda, con las chicas laguneras...".

Y desde allí, desde ese cielo que imagino, nuestra abuela nos dedicaría su atenta mirada que tanta paz nos generaba. Vayan estas modestísimas líneas en su homenaje, más la reivindicación de su figura como una de esas laguneras tenaces que defendió con brío la identidad de su ciudad natal. Nuestro abuelo Antonio fue reconocido por ser uno de los que pusieron en marcha la romería de San Benito; confío que se valore también a nuestra abuela y tenga la distinción que merece. Al igual que en estos días nuestros vecinos nos han dado muestras del cariño que se le profesaba. Muchas gracias.

Ernesto Moreno Hernández

Loros

Todos sabemos que la fauna de un lugar está íntimamente relacionada con el clima de esa región. España debe ser una excepción. Nuestro país, por su situación geográfica, está enclavado en la franja de los climas templados, y lo que no concuerda es que actualmente sobreviven cinco millones, y va en aumento, de seres cuya única actividad es tiritar a causa del intenso frío que genera su obligada inactividad. Por otro lado, al funcionariado, a base de múltiples y sucesivas congelaciones, se le va viendo mutar en pingüinos, llegándoseles a hacer visible el característico plumaje de estas otrora simpáticas aves.

Pero lo más curioso y destacable por contraproducente en este gélido panorama es que haya gran cantidad de aves prensoras, más propias de climas tropicales y ecuatoriales, que, al refugio y abrigo de cálidas y confortables chocolaterías, sobrevivan protegidas por las autoridades de turno; ni que decir tiene que me refiero a los loros.

Manuel Villena Lázaro

(Granada)