1.- La víspera de Reyes, PedroR., 49 años, tuvo una aventura demasiado fácil para que terminara bien. Haciendo caso omiso al susto que su corazón le había dado en una reciente ocasión, Pedro se fue a la zona de jolgorio chicharrera y ligó a una real hembra que, según él, no merecía. Recordando los tiempos de escasez, o quizá porque hemos vuelto a ella, el hombre se llevó al hembrón a Las Teresitas, preso de gran excitación; pero, oh terrible error, oh desgracia, en cuanto descendió su mano hacia el huerto del avellano descubrió, con pavor, que él no era ella, sino un travelo, salido como una mona, que lo había trancado en el renuncio. Muy molesto, Pedro propinó un empujón al travestido, lo sacó del coche y lo dejó en Las Teresitas, compungido, a medio vestir y sin novio. Arrancó, cabreado, pero aliviado por haberse dado cuenta más o menos a tiempo. Su mujer le recibió al pie del árbol de Navidad, colocando los regalos de Reyes junto a los correspondientes zapatos. Observen la importancia que tiene un zapato en esta historia. Ella le dijo: "Pedro, he quedado para mañana con Fulanito y Fulanita en Las Lagunetas, para almorzar, y así llevamos a mamá". Pedro asintió y se echó a dormir.

2.- A la mañana siguiente, los tres: Pedro, su mujer y su suegra subieron al coche para cumplir con la cita. La mamá política iba sentada detrás. Llegados a la rotonda del PadreAnchieta para virar hacia La Esperanza, detenido en la línea del stop, Pedro vio con pavor cómo un zapato de tacón salía parcialmente de debajo del sillón de su esposa, situada junto a él. Un sudor frío le recorrió el espinazo, acompañado de tremendo sofoco. "¡El jodido travelo se dejó un zapato en el coche!", gritó para sus adentros, consternado. Se le ocurrió decir: "Vamos a parar en La Esperanza, porque no tengo cigarros; se bajan ustedes un momento y los compran". "Pero si acabas de abrir una cajetilla", respondió, pizpireta, su santa esposa. "Nada, nada, que arriba, en Las Lagunetas, se fuma mucho". Se bajaron, madre e hija, en un bar de la ruta, momento en que Pedro aprovechó para atrapar el zapato y lanzarlo por la ventana.

3.- Llegados a Las Lagunetas, él nota cierto revoleo de su suegra en el sillón trasero. "¿Qué le pasa, doña Paca?", pregunta Pedro, ahora muy seguro de sí mismo. "Pues no sé, mijo", responde la vieja, "pero es que me falta un zapato y yo traje los dos". El final de la historia es un ataque de risa de Pedro R., un gesto de estupor de las dos mujeres y una suegra comiendo en Las Lagunetas con las cholas de pescar que Pedro R. guarda siempre en el maletero del coche. Tengan prudencia, mucha prudencia.