GRITÓ el operario tras el último esfuerzo de la perforadora al alcanzar el yacimiento, temblor, estruendo y un gran géiser de oro negro...; aunque no sé, quizás esto solo ocurra en las películas. La tecnología actual es precisa y se anticipa; hay medios para saber con qué va a topar la broca al horadar las entrañas de la tierra. Y dicen que sí, que en efecto, que muy cerca de Fuerteventura hay una enorme bolsa de petróleo y gas natural.

Y mucho me sorprende el escaso entusiasmo con que en Canarias se recibe la buena noticia; resulta sospechosa tanta cautela. Porque hablamos del petróleo de los petrodólares, de los inversores kuwaitíes y de la OPEP, qué cosa; ¿usted se imagina? Porque digan lo que digan en Kyoto o en Durban al petróleo todavía le queda un largo recorrido pese a la voluntad -al menos legislativa- de luchar contra las emisiones de CO2 en la carrera contra el cambio climático.

La posibilidad de extraer petróleo en aguas de Canarias es una bendición para este país nuestro tan castigado por el paro y las diferencias sociales. Es una actividad boyante que significa dinero, puestos de trabajo y un enorme surtidor de impuestos: una solución impecable para el déficit público. Sería tremendo. Aun así, tal posibilidad, la de explotar el petróleo, nadie la considera parte de la solución; más bien un problema medioambiental, como poco, según algunos que alzan la voz en contra (tendrán trabajo o serán ricos).

Y no se me ocurre por qué. Los riesgos para el medio ambiente de un moderno pozo de petróleo son al menos igual de significativos que los de otras tantas actividades no lucrativas y, sin embargo, admitidas con escasa contestación ciudadana: la acumulación de residuos en inmensos vertederos o el propio tránsito de buques cisterna cerca de nuestras costas. Mucho peor, sin duda, es almacenar residuos radiactivos en un pueblo manchego. En teoría nada que temer: un negocio que reportará tantísimo dinero no tendría por qué poner pega alguna a desarrollar estrictos procedimientos ni a someterse a cualquier control de inspección.

La cuestión tiene enjundia; a lo mejor dejamos de ser los pobrecitos ultraperiféricos y debemos modificar el sentido de las reivindicaciones del REF. Si de repente nosotros somos los ricos quizás nos interese protegernos del reparto solidario o pensar en algo más. Cómo cambiaría la cosa.

Al final, para terminar de conformar una opinión sólida, resulta necesario ahondar más en cuáles serán las implicaciones socioeconómicas del petróleo para Canarias, qué realidad encierra y qué futuro nos aguarda. Y de ello nos hablará el economista Jorge Dorta, que ha hecho los números, el próximo sábado, durante la reunión de los Hidalgos de Nivaria. Ya les contaré.

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