Leo, oigo y veo noticias sobre saturaciones en los servicios de urgencias de los hospitales y me asombro, aunque el asombro a estas alturas quizá ya está fuera de lugar, de que los recortes sigan afectando más a lo esencial que a lo superfluo. Se sobrecargan las urgencias -hay que instalar a los enfermos en los pasillos- porque falta, a juicio de los sindicatos, médicos y demás personal sanitario para atenderlos. No leo, en cambio, ni tampoco oigo o veo en los informativos, que se supriman horas de emisión en la Televisión o en la Radio autonómicas. Hasta ahí podíamos llegar. Menos médicos y maestros todos los que sean precisos; pero el vernaculismo no me lo toca usted, porque sin un gobierno autónomo como marca la ley, que diría el belillo, políticos como Rivero serían, exagerando mucho, alcaldes de pueblo. Y personajes como Willy García (perdón, quise decir don Guillermo) seguirían presentando galas carnavaleras con la originalísima proclama de "y la reina es...". Estos, y otros análogos, son los próceres de la patria canaria. De lo nuestro, como dicen ellos con toda la razón del mundo, pues jamás les ha importado otra cosa que no sea lo suyo. Así está esta región como está. Lo raro es que sólo tengamos el mismo desempleo que la isla de la Reunión y no diez puntos más, habida cuenta de la excelencia -insisto en que la palabra excelencia está muy de moda-, de la gran capacidad intelectual y de la entrega a la causa -sobre todo esto- no solo de quienes gobiernan por estos alrededores, sino de los nombrados por quienes gobiernan para ocupar los llamados cargos de confianza; entiéndase para formar el coro de una ópera no ya bufa sino directamente esperpéntica. Pero es lo que hay.

No veo, ni oigo ni leo, asimismo, ninguna noticia sobre una reducción sustancial de las dietas y sueldos que cobran las señorías -ellos y ellas- del Parlamento de Canarias. Institución acertadamente calificada por el editorialista de este periódico como antro político. No hay más que ver las peleas no ya a codazos, sino a cuchilladas limpias -políticamente hablando, claro- para formar parte de las listas en posiciones de salida cada vez que se acercan unas elecciones. La magnitud del interés está en proporción directa con el beneficio de un chollo convenientemente disfrazado de interés por conseguir lo mejor para el pueblo, qué cinismo, pero pelotazo a fin de cuentas.

Tampoco oye, lee ni ve uno nada sobre la reducción de la potente flota de coches oficiales. Parece que el PP va a imponer ahora, desde el Gobierno central, que los políticos y altos cargos viajen en clase turista y no en primera cuando hayan de subirse a un avión. No me parece mal que viajen como señoritos, pues finolis siempre hubo, si pagan ellos la diferencia. Deberían dar un paso más e ir en taxi. Y para los desplazamientos habituales, en guagua o tranvía. Porque, si tan bueno y eficaz es el metropolitano de Tenerife -que lo es-, ¿por qué nunca van en él prebostes como Ricardo Melchior -nada menos que su promotor-, Bermúdez y otros? A Julio Pérez lo exculpo porque hasta feo estaría que un socialista se mezclase con la plebe.