La verdad es que no entiendo gran cosa sobre la moda; en realidad, es un tema que nunca me ha preocupado. Después de todo, la moda, lo que está de moda, o lo que se lleva, es algo que pasa enseguida. Sin embargo, debe de tener su importancia, porque, además de que un considerable número de personas viven de ella, hay muchas revistas especializadas sobre este tema. Y en esta coyuntura, como en cualquier otra, todo lo que cree puestos de trabajo honrado y digno y que mueva el mercado, para mi modesto modo de ver, tiene mucha importancia.

No entiendo de moda, insisto, pero me doy perfectamente cuenta cuando alguien va dando la nota o haciendo el ridículo: por ejemplo, alguno de mi quinta, que sin mala intención, y por aquello de querer acortar la diferencia generacional y sintonizar con los jóvenes, sale a pasear con el mismo atuendo que su nieto de quince años: zapatones de cuero, pantalón corto raído, camisilla con franjas horizontales rosadas y gorra con la visera para atrás. Peor todavía si se decanta por un modelo "unisex". Y todo de marca.

En la moda femenina, de la que todavía entiendo menos, se ve con bastante frecuencia a la "piba" de trece o quince años con un modelo, también de marca, pero como si le quedara estrecho, corto o demasiado ajustado; y lo más asombroso es que la acompaña su madre -se parecen la una a la otra- con el mismo modelito y una talla similar. Si la niña tiene diecisiete años y la madre treinta y cinco, algunas dan el pego. Y les encanta que les digan: "Parecen hermanas". Las madres suelen hacerlo con la mejor intención del mundo, para hacerse amiga de su hija, ponerse a su altura e intimar con ella. ¡Lo que a las niñas les molesta un montón!

La semana pasada, por la calle del Castillo, se me colocaron delante tres féminas, de esas personas que creen que la calle es suya, y no hay forma de adelantarlas. Lo primero que se me ocurrió pensar fue: ¿qué irán anunciando o qué venderán? Iban las tres con la misma vestimenta, ligeramente ceñidas y con la falda bastante corta. Para el día fresco que hacía en Santa Cruz, ¡estas se van a acatarrar!, pensé yo. Lo sorprendente fue que cuando logré sobrepasarlas me di cuenta de que eran la abuela, la madre y la hija, de compras y las dos mayores tan contentas; la chiquita mirando a las nubes.

Parece que la moda es un fenómeno sociológico actual; Mª Rosa Esport y Jaime Nubiola, en su último libro, "Aprender a divertirse" (EUNSA, 2011), ¡que sugiero leer!, afirman: "Nadie pone en duda que cuando se trata de educar, contar únicamente con las buenas intenciones no es suficiente".

Todos los que nos hemos dedicado a la docencia y ejercido la acción tutorial hemos oído a no pocas madres lamentarse al reconocer que su mayor error ha sido intentar ser amiga de su hija, en vez de ser su madre, dándole todo lo que pedía de manera caprichosa, cediendo en todo, pensado solo en complacerla.

"Hay madres que adoptan ese desafortunado papel -antes intenté ejemplarizar- que algunos han denominado de madre enrollada, aquella que quiere convertirse en la mejor amiga de su niña, en un intento por no perder, o recuperar, la confianza de su hija, confianza de la que hasta ahora ha creído ser la depositaria. Sin embargo, los hijos necesitan y quieren que los padres hagan de padres, pues como amigos ya tienen a sus iguales".

Por otro lado, Carmen Posadas escribe: "A pesar de las muchas y patéticas tentativas de parecer veinte años más joven, lo cierto es que al calendario solo se le pueden hacer pequeñas trampas, y cuanto más sutiles mejores".

Me alegra coincidir con los profesores Esport y Nubiola, mucho más jóvenes que un servidor, pero con mucha más titulación e información, cuando sostienen: "Las hijas necesitan la firmeza y la autoconfianza de su madre. Necesitan una madre que aspire a ser admirada por sus cualidades profundas, íntimas, esenciales..., por su belleza interior. Se trata de descubrir un sinnúmero de cualidades que pesan mucho más que la apariencia física; y de convencerse de que para la etapa de la madurez y a la sociedad en general les interesa algo muy preciado: experiencia, sabiduría y amor". Tres ingredientes básicos para que una vida -más joven- se vuelva más rica, más gratificante y más beneficiosa para las personas que ama.

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