DESCONOZCO si lo que voy a compartir con ustedes me sucede a mí solo o está afectando a más personas, aunque en cualquiera de los dos casos merece una reflexión. Previamente tengo que declarar que resido hace unos once años en el sur del municipio de Santa Cruz de Tenerife, en Acorán, con lo que cada jornada he de ocupar el asiento de mi coche para desplazarme unos kilómetros varias veces al día y nunca antes había recibido una multa por exceso de velocidad.

Con este breve antecedente les cuento que he acumulado en un espacio muy corto de tiempo tres multas de tráfico por infracción del artículo 52, norma UNE 28444: una, del 14/11/11 por circular a 83 km/h teniendo limitada la velocidad a 60 km/h, en la TF-1, km 0,2 sentido Santa Cruz. La segunda sanción, del 30/12/11, por circular a 85 km/h teniendo limitada la velocidad a 60 km/h, también en la TF-1, km 0,8 sentido C: (S/C Tenerife) y la tercera, del 19/01/12 por circular a 64 km/h existiendo limitación de 50 km/h en la TF-4, km 1,1 sentido D, S/C de Tenerife).

Ni que decir tengo que ahora entro y salgo todos los días acojonado, ateniéndome escrupulosamente a lo que autorizan estrictamente las señales. Como absolutamente nadie circula a semejantes velocidades me pitan los demás conductores, e incluso se colocan a mi altura emitiendo improperios y haciéndome llamamientos descalificativos con brazos y dedos. "¡Señor!, perdónalos, porque no saben lo que hacen". Me percato, asimismo, de que, por ejemplo, en la partida desde el trabajo hacia casa, por el túnel antediluviano del año de la rasca, con arcén tarado y esquinas peligrosas que se abre a la derecha de la gasolinera DISA, para salir hacia el otro costado, enfrente del pabellón Pancho Camurria, hay una limitación bien colocada de 60 km/h, cuando se parte de carriles de aceleración para acometer en cuesta una autopista con coches que vienen desde izquierda y derecha integrándose milagrosamente desde un lado y otro, con la posibilidad incluso para girar hacia los barrios de Somosierra o García Escámez. Con el agravante de que, ya tirando hacia sur, la siguiente señal es de 120 km/h., pudiéndose entre medio hacer interpretación libre. Por el ramal contrario sucede ídem de ídem. Existe un carril bus rarísimo por el lado de los adelantamientos y en un muy reducido espacio se recorta de 120, a 100, a 80 y 60 para integrarse en una vía que viene a 70, y cuando nada más acceder al puente de la piscina hay un cartel que indica: velocidad controlada por radar a 50 km/h. Entrando hacia el Puerto hay otra desviación hacia La Salle que determina 50 km/h y en la que sucede igual.

A mi juicio, se trata de nudos gordianos mal resueltos e integrados, con su componente tercermundista en comparación con lo que se ha evolucionado en este sentido en cualquier ciudad de envergadura media que uno ve por ahí. Imagínate, Madrid o Barcelona. Sobre lo cual, la base que se toma y las pautas de circulación que se aplican con las consiguientes señalizaciones dejan bastante que desear.

Partiendo de que, ya madurito, voy en plan tortuga, y ante esta avalancha de tres multas seguidas, me planteo una de las siguientes posibilidades: o me ha tocado la china, me persigue la CIA, la han cogido conmigo y tienen mi matrícula grabada en un fichero extraterrestre o bien están poniéndose morados masivamente, porque, como he expresado, nadie circula en esos puntos concretos a las citadas velocidades, en cuanto a la recaudación y amortización de los cinemómetros Multanova que aparecen numerados en los expedientes.

Pero voy más allá. Me da la impresión de percibir en otras dependencias de la Administración un ánimo rabioso por ingresar dinero a costa de exigir cumplimientos estrictos de legislaciones o normativas que, como en el caso de las carreteras, tienen defectos graves que provocan injusticias que las hacen dejar mucho que desear. Por mi profesión, en contacto con empresas y autónomos, observo una multiplicación significativa de procesos de exigencia que tienen el problema de incidir sobre el hueso de la sobrevivencia, que cada cual prioriza por encima de todo.

En la misma radio del coche multado oía, refiriéndose a la presión que la crisis impone a la gente de a pie, a un responsable sindical advirtiendo: "Están yendo a buscar donde no hay".

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