No sé por dónde empezar, pero le contaré. Hace aproximadamente 3 años, por casualidad paramos en la pequeña iglesia de Santiago del Teide; eran las doce de un domingo. Allí estaba empezando la misa. Un curita muy peculiar decía su misa, era diferente, parecía que duraba una eternidad, pero no te cansabas de oírlo, con su sotana negra, una especie de don Camilo del siglo XXI, humilde, sencillo y entregado a la labor de ayudar a sus feligreses, que parecía aquel pequeño pueblo del Piamonte italiano donde vivía don Camilo, y allí estaba su párroco, don José Luis.

Poco a poco lo fuimos conociendo; no nos dejó indiferentes y cada domingo hacíamos muchos kilómetros para llegar a su misa dominical, y cada domingo era diferente, una festividad que celebrar. Su ánimo y su eterno buen humor hacía que la comunidad parroquial también fuera diferente como él, con su genial coro, como nunca he escuchado nada igual. Llenaba de calidez los fríos inviernos y al igual que los colores de las flores de la parroquia, pero eso no hacía que don José Luis olvidara su labor evangelizadora. Siempre había alguna procesión que hacer o alguna tradición que recordar. La misa dominical era una fiesta semanal de alabanza a Dios llena de sencillez y solemnidad.

Pero su labor no se limitaba a eso; él llegaba a cada rincón olvidado del pueblo con su sotana y su furgoneta destartalada, para decir misa o asistir a los enfermos o pobres; siempre una palabra de ánimo y una sonrisa, con su vieja sotana descolorida. Nunca he visto a nadie tan vocacional, humilde, cercano y simpático, siempre esforzándose por su labor evangelizadora.

Después de 25 años de entrega a la comunidad, al igual que su madre octogenaria, hace 3 meses, para mí una desafortunada decisión del señor obispo hizo que se trasladara al Puerto de la Cruz, y ahora ya nada es igual; pero bueno esa es otra historia. A veces, cuando voy por las carreteras, echo de menos no cruzarme con don José Luis en su vieja furgoneta Opel a toda velocidad, como si de sor Citröen se tratara, a visitar a algún enfermo o alguna misa. Dicen que nadie es profeta en su tierra, pero espero que a este humilde cura algún día se le reconozca una labor tan vocacional por los demás.

Jesús Alberto Reyes C.

Apocalipsis maya

De entre los diversos misterios que se resisten a las más conspicuas investigaciones o explicaciones racionales, en el campo de la filosofía o de las ciencias más sofisticadas, el más subyugante y evasivo es el que concierne a todo lo situado más allá del umbral de la muerte; el mundo de lo metafisico. No está en mi ánimo el entrar en controversias acerca de la dualidad fe-razón, o lo que es lo mismo: entre las creencias religiosas y el pensamiento cientifico puramente materialista, pues entiendo que esta dualidad no es necesariamente contradictoria, que ambos factores no son excluyente entre sí y que pueden coexistir perfectamente en nuestro intelecto. Es en este aspecto en el que han surgido y existen divergencias y antagonismos, que en casos han llegado a consecuencias extremas.

Individuos ha habido a través de los tiempos que han dedicado sus mentes a la tarea de intentar desvelar el futuro, recurriendo para ello a exposiciones literarias de diversos tipos y gran imaginación. Tomemos, por ejemplo "El Apocalipsis" (Revelación) que el evangelista Juan escribió en su destierro de la isla de Patmos; las profecías de San Malaquias y las más que famosas -y manejadas a gusto del consumidor de turno- cuartetas de Nostradamus; pero la, digamos, profecía que está causando furor es la del llamado Calendario Maya. Valga decir ahora que los mayas pasaban por ser el grupo étnico más avanzado de la Mesoamérica precolombina, junto con los aztecas y los incas.

La casta sacerdotal maya, era poseedora de conocimientos matemáticos y astronómicos que interpretaba de acuerdo con su cosmovisión religiosa, los años que iniciaban, los venideros y el destino del hombre. Una de las características atribuidas al tal calendario es la predicción del fin del mundo para este año 2012, y más exactamente, para el día 21 de diciembre. La sicosis se va acentuando en todas partes. Y más y más a medida que se va acercando la fecha. Los apocalípticos convencidos son legión y de poco parecen servir las explicaciones científicas y de estudiosos de la civilización maya que niegan con rotundidad que el fin del mundo se acerque. Primero, porque los mayas nunca dijeron tal cosa. Su calendario, que comenzó en el ciclo número trece, número sagrado en la cultura maya, finaliza el próximo 21 de diciembre. Fecha que coincide, además, con el punto final del calendario. Justo es añadir aquí que esa fecha tiene una particular significación para quien esto suscribe, crea o no en la profecía, que eso es algo personal e intransferible, como el DNI. Es la fecha de mi cumpleaños.

J. Lavín Alonso