EL PASADO domingo, una vez más, la Policía Municipal de Santa Cruz se vio en la obligación de tener que cerrar la vía de San Andrés a su paso por la avenida marítima. La misma que de forma recurrente se inunda por el empuje de las mareas en mal tiempo. Sin embargo, los daños fueron esta vez minoritarios si los comparamos con la vez anterior. Circunstancia que originó la actual obra de consolidación de la escollera existente y la elevación de la altura de la misma; si bien esto último tuvo respuesta negativa de los habitantes del barrio costero, que alegan impedimentos a la hora de contemplar el panorama marítimo.

Ignoro si la rebaja del metro de altura de la misma, solicitada con insistencia, se ha llevado a cabo enteramente, pero lo cierto es que, al menos, se ha podido contener en parte el problema de las inundaciones de las calles adyacentes, situadas a nivel más bajo. Mas, pese a todo, la lógica para paliar de manera más definitiva esta incidencia cíclica pasa por la construcción de un dique semisumergido que forme una pequeña bahía de abrigo, reutilizable en un futuro para la creación de un puerto pesquero-deportivo, esencial para la zona, pues, como hemos aludido en muchas ocasiones, serviría para consolidar la inestable industria de la pesca de bajura y para ofertar más pantalanes para el atraque de barcos de recreo de pequeña y mediana eslora. Una evidente falta de infraestructuras que sigue sin rentabilizarse debidamente en Canarias, especialmente en Tenerife, donde salimos perdiendo en puntos de atraque y matriculaciones respecto a la vecina cocapital. Y aún así, sumamos seis mil en todo el Archipiélago, a diferencia de Mallorca, que cuenta con treinta mil y con una red de más de mil fondeaderos.

A juicio de los responsables de las asociaciones náuticas, la falta de infraestructuras limita la promoción de esta actividad en las Islas, que sería un complemento importante para la industria turística. Una actividad que presume de tener un alto poder adquisitivo, generadora de buenos dividendos a la hora de establecer sus estadías obligadas antes de ejecutar el consabido salto del Atlántico hacia América. Algo que, repetimos, ha sabido entender el Gobierno autónomo de Mallorca y que inexplicablemente no comprendemos aquí, habida cuenta de nuestras mejores excelencias climáticas durante todo el año, especialmente ahora, cuando todo el Mediterráneo y la propia Europa tiritan de frío. Curiosamente, los gigantescos cruceros que arriban a Santa Cruz tienen un descuento del 50% del coste de la estadía y las maniobras de atraque y desatraque, mientras que a los yates de recreo no se les aplica el mismo baremo, teniendo en cuenta que sus estancias son mucho más largas que las de los citados.

Así pues, y como siempre, volviendo al tema de San Andrés, los parches resultantes solo son pan para hoy y hambre para mañana. Pero lo que sí es cierto es que me consta que existe una corriente de opinión contraria al establecimiento de un puerto pesquero-deportivo en la zona. Pues ya va siendo hora de que los habitantes de San Andrés piensen en su progreso y dejen los conservadurismos extemporáneos para abordar su futuro económico con más solidez y ajenos a los caprichos de la naturaleza. Todavía recuerdo la polémica por el intento de traslado de los enterramientos del cementerio local, aún no resuelta, a pesar de la sensibilidad y el respeto mostrado en la iniciativa del mismo.

No es así, evidentemente, como se racionaliza una posibilidad económica que mejoraría muy mucho el nivel de los negocios existentes en la zona y contribuiría a relanzar (esta es otra) la paralizada ejecución de la playa de Las Teresitas. Única playa, recordémoslo, que se pueda denominar así, perteneciente a la ciudad y en lamentable estado de abandono.

Otra cuestión, ya para concluir, sería la de restaurar el patrimonio del derruido castillo de San Andrés, destruido no por efecto de las mareas, sino por una avenida pluvial del barranco. Algo que contribuiría al embellecimiento del lugar, además del respeto debido a la historia, y que serviría por añadidura como sala de exposiciones y actos culturales. Pero esto es como pretender poner el carro delante de los bueyes, habida cuenta del nuevo intento del Organismo Autónomo de Museos del Cabildo de establecer otra visita guiada a los castillos que aún quedan en inestable pie. Porque si contemplamos el abandono del de San Juan, la misma Casa de la Pólvora o el basurero del fuerte de Paso Alto, y lo unimos al citado de San Andrés o el del Bufadero, me temo que los visitantes tendrán que utilizar en demasía su imaginación para suponer lo que era una fortaleza en el siglo XVIII, cuando esgrimíamos el honroso sobrenombre de Plaza Fuerte de Canarias, imbatida en todas las ocasiones que lo intentaron los enemigos.

En resumen, a marea revuelta, golpe a la lapa. Y sigamos, entre unos y otros, con desacuerdos y con carencias de iniciativas para resolver de forma definitiva el problema de San Andrés y Las Teresitas.