NO SÉ si a usted le pasa lo que a mí: que ya estoy cansado de escuchar que el gran problema de esta crisis es que la política se ha vuelto esclava de la economía y de los mercados. Se trata de una verdad a medias y ya se sabe que las medias verdades son más peligrosas que las mentiras. La verdad cabal, en mi opinión, es que la política ya estaba sometida a la economía desde la época de las vacas gordas. ¡Y de qué manera! La dependencia de una droga (del dinero en este caso) se manifiesta con toda su crudeza, en forma de síndrome de abstinencia, cuando se intenta dejar de consumir o la droga escasea; pero -no nos engañemos- la adicción ha existido desde el principio, también cuando esto era Jauja y se disfrutaba alegremente del dinero fácil.

El cuento resulta especialmente patético en boca de aquellos políticos (casi todos) para los que hacer política era sinónimo de gastar. A casi nadie le importaba la procedencia y uso de la droga (el dinero), y los pocos que se atrevían a alzar la voz eran silenciados a gorrazos por aguafiestas. Y ahora, en pleno "mono", el ministro Montoro anuncia sanciones penales, a través de la futura Ley de Transparencia, para los gestores públicos manirrotos. Así, en abstracto, no me parece mal, pero a estas alturas suena un poco a tomadura de pelo, porque ¿qué cara se le va a quedar al flamante titular de justicia, Ruiz-Gallardón, que ha dejado el Ayuntamiento de Madrid con una deuda superior a 6.000 millones de euros, cuando, llegado el caso, se aborde esa medida en el Consejo de Ministros?

Ahora tenemos dos posibilidades: una, intentar "desengancharnos" de una vez por todas, o dos, tratar de restablecer el suministro de droga a su nivel "normal" de antes de la crisis. La primera opción es complicada, porque habría que refundar el capitalismo, en base a unos valores más humanos, y ya hemos visto que los ricos no quieren y los políticos no se atreven, ni siquiera Obama. Como solo nos queda la segunda posibilidad, propongo una alternativa a lo de apretarnos (más, y solo algunos) el cinturón: ¡montemos una nueva burbuja inmobiliaria! Al fin y al cabo, todos fuimos felices durante la última.

Lo que me parece más difícil es cómo empezar. Me temo que no podemos contar con los bancos (prefieren comprar deuda antes que dar créditos) y no soy optimista con la reforma laboral (quítate tú, que yo soy más barato). Pero me conformo con haber lanzado la idea. Tal vez al Gobierno se le ocurra la forma de ponerla en práctica y después nos la cuenta. O tal vez no.