Los médicos siguen sin ponerse de acuerdo sobre lo que deben decirle a un enfermo desahuciado. Algunos, sobre todo en los países anglosajones, son partidarios de la verdad por dura que sea. Consideran consustancial con la dignidad humana el que cada persona sepa la cuota de vida que tiene por delante para que decida sus prioridades. Otros, en cambio, prefieren los eufemismos incluso en el caso de que el afectado solicite la información completa sobre su irreparable dolencia. Sobra añadir que algunos enfermos, simple y llanamente, no desean saber nada para que el conocimiento de lo irremediable no les amargue la existencia que les queda.

Asunto distinto es la actitud de los políticos frente a la conveniencia, o todo lo contrario, de contarle a la gente la gravedad de la situación cuando el panorama se presenta bastante feo. Un político es esencialmente un individuo -o una individua, para que no se enfade ninguna feminista ni ningún feminista masculino- obligado por sus circunstancias a decir una cosa y la contraria. Mentía Zapatero cuando anunciaba brotes verdes y lo hizo Rajoy al insistir en que no habría subida de impuestos. Un expresidente Zapatero, dicho sea de paso, que ayer se incorporó al Consejo de Estado como miembro vitalicio con la promesa -así lo dijo en el discurso de ingreso- "de poner su experiencia al servicio del Gobierno". Que Dios ampare al Gobierno. Pero sigamos con los políticos y su sinceridad.

La principal función de un hombre público no es solo evitar catástrofes sociales. La guerra es la peor de ellas. Su misión también es generar esperanza o, cuando menos, evitar que cunda el pánico. Por eso muy mal deben andar las cosas cuando Mariano Rajoy y sus ministros dicen, sin rodeos ni edulcorantes, que las cifras de paro seguirán empeorando en 2012. Nada nuevo, pues de eso se lleva hablando muchos meses hasta en los bares. La novedad es que el comienzo de 2013 será igual, pues sólo en la segunda parte del próximo año empezarán a menguar un poco, aunque tampoco mucho, los guarismos del desempleo. ¿Se está poniendo la venda el Gobierno antes de recibir la pedrada? ¿Están preparando a la ciudadanía para que encaje la reforma laboral, cuya aprobación está prevista para hoy, sin echarse a la calle detrás de las pancartas de los sindicatos? ¿Nos están echando un jarro de agua fría a la cara para que reaccionemos de una vez? Vaya usted a saber.

Caben pocas dudas, sea como sea, sobre la gravedad de la situación. El informe dado a conocer por el BBVA deja casi en cuitas de parvulario las previsiones del Gobierno, aunque no van tan lejos como los augurios de la CEOE-Tenerife para los próximos meses. Canarias difícilmente podrá aguantar sin tambalearse, esta vez seriamente, la incorporación de otras 11.000 personas a las listas del paro. Eso no lo aguanta ni el 30 por ciento de economía sumergida que dicen que tenemos porque cuando una crisis se convierte en hecatombe, como es el caso, hasta los cáncamos se acaban. Y Paulino discutiendo con "Madrid" porque no le han recibido con alfombra roja y bajo palio a un viceconsejero de Turismo, además de incompetente para el cargo, mimoso y llorón.

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