EL CLEMBUTEROL es un estimulante que actúa sobre el esquema receptor beta del sistema nervioso simpático. No es un esteroide anabolizante, pero puede elevar el contenido proteico en los músculos de determinados alimentos animales, entre ellos las ovejas y las vacas (el pollo, por alguna razón, no responde así), y también puede reducir su grasa corporal. En círculos de producción ganadera, "los agentes distribuidores" como este son increíblemente populares, puesto que cambian la composición corporal aumentando el porcentaje de proteínas y reduciendo el de grasas, lo que eleva muy significativamente el valor económico de los animales. Por eso es ilegal después de que salieran a la luz unos cuantos incidentes sobre personas que, tras haber ingerido buey o ternera que habían sido cebados con clembuterol, experimentaran un aumento de la frecuencia cardíaca, temblores musculares, mareos y náuseas -todo ello derivado de la droga acumulada en la carne-.

A Alberto Contador, que se comió un filete en Irún, le detectaron 50 picogramos, o 0,00000000005 g/ml, en un análisis de orina realizado por un laboratorio que puede llegar a medir ínfimas cantidades, cuando ni en el anterior ni en el posterior control le localizaron nada. Su dosis -está demostrado- no podía ser útil para generar reacción alguna, aunque el Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS) lo sancionó con dos años, perdiendo sus victorias en el Tour y el Giro de Italia de 2011.

Pero veamos: según datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, la cantidad de carne media comprada por cada español es de 65,9 kilos al año. Las más consumidas son las llamadas carnes transformadas, con 18,2 kilos; les siguen las de pollo, con 15,7 kilos; las de cerdo, con 11,6 kilos, y las de vacuno, con 9,5 kilos. El uso de sustancias artificiales introducidas en la alimentación es una constante en la ganadería de todos los países industrializados. Desde siempre, algunas legales y otras que evolucionan y rayan los límites de la ilegalidad. Con datos de la mismísima Unión Europea, el 98% de los cerdos, el 96% de los pavos y el 68% de los pollos se alimentan con piensos que contienen antibióticos como tetraciclinas, sulfamidas, cloranfenicol, amoxicilinas y otros derivados afines.

Nadie se libra y España no es la excepción, más bien al contrario. Según la OCU, estas prácticas fraudulentas suceden especialmente en España (y Bélgica). Sobre un filete tienen competencia ochenta organismos diferentes.

Como consecuencia de las citadas malas praxis comunes a la industria de la alimentación, hemos asistido ya a unas cuantas crisis, como la de las vacas locas o la de los pollos contaminados con dextrina -Evo Morales los relacionó con los gays y la calvicie-.

El clembuterol, un esteroide que alcanzó su mayor fama cuando se descubrió su empleo por el velocista canadiense Ben Jonson en concreto, es la sustancia fraudulenta por excelencia. Las reses tratadas presentan una carne mejor moldeada, prieta y con menos grasa. Su calidad es inferior al madurarse en menos tiempo, es más dura, absorbe más agua y pierde sabor por la menor concentración de grasas, con filetes más bonitos que después se quedan en la sartén.

Cada año se sacrifican en España más de dos millones y medio de cabezas de vacuno. La producción de esta carne se realiza casi en serie, en explotaciones de ganadería intensiva donde los terneros pasan la mayor parte de su vida -como mínimo, los cuatro últimos meses- en un establo alimentados con pienso energético para que ganen peso. Por lo general, los terneros proceden de vacas de razas lecheras, como la frisona, pardo alpina o simmenthal fruiburguesa, que tras el destete son vendidos a otra granja, donde los alimentan. La mayor parte de la carne que se consume procede de animales sacrificados entre los once y los dieciocho meses, con un peso vivo entre 350 y 500 kilos y una canal que oscila entre 180 y 200 kilos, a los que corresponde la denominación ternera o añojo. Tras el sacrificio, el animal es desangrado y se eliminan la cabeza, las patas y otras zonas que no se consumen, convirtiéndolo en una canal que se clasifica y se etiqueta según sus características y su categoría comercial. A continuación, la canal se somete a un proceso de maduración hasta convertirla en una carne apta para ser consumida.

Mi tesis es que deberían sancionarnos a todos, incluyéndose a sancionadores y a franceses.

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