LAS EXPERIENCIAS históricas de la Triple Alianza de 1923 y de Galeusca de 1933 y posteriormente la Declaración de Barcelona de 1998 firmada por el Bloque Nacionalista Gallego, el PNV y CiU, que más tarde desembocó en los Acuerdos de Santiago de Compostela, ya se ratificaron en un documento que es definitivamente un nuevo acuerdo denominado al principio como la Declaración de Barcelona. Documento este que, en definitiva, desarrolla los derechos históricos de las naciones que integran el Estado y compromete un nuevo modelo de este con la inherente y perentoria necesidad de una modificación constitucional, concretamente el Título VIII para que los pueblos que tienen identidad propia puedan estar dentro del escenario de las naciones que circulan por el mundo en la búsqueda de un Estado.

Nuestro partido, el PNC, en las elecciones europeas de 2004 firmó un acuerdo de apoyo a Galeusca, como inicio de una convergencia en la institucionalidad de la Declaración de Barcelona, para así desde dentro ir desbrozando aquellas cuestiones que incidan y comprometan el desarrollo de un pueblo. Lo que, ahora más que entonces, se hace necesario y es más que vital ante la recentralización que está pregonando el PP y el tutelaje que pretende ejercer sobre el resto de comunidades o naciones que están políticamente dentro del Estado español.

Los nacionalismos tienen que despertar, ponerse al día y hacer un cuerpo compacto e integrador con un lenguaje común, donde todos nos entendamos y fijemos un objetivo concreto, que no puede ser otro que el logro de la construcción nacional de nuestros pueblos, en este caso, de Galicia, Cataluña, Euskadi y Canarias.

De ahí que el nacionalismo canario debe hacer un esfuerzo por acercarse al resto de los nacionalismos del Estado y conjugar con la misma fuerza el verbo reivindicar y, además, exigir y demostrar la fuerza que se tiene siempre y cuando se camine en pro del mismo objetivo y no haya divergencias ni contradicciones que sigan obstinadamente marcando diferencias.

Pensar en esto es necesario, y ponerse manos a la obra es una tarea a ejecutar más pronto que tarde, y como antes mencioné, dadas las ínfulas centralizadoras del partido del gobierno y ante los recortes y discursos justificativos de inoperancia, donde la crisis lo paga todo y ahí se camufla lo que sea, y donde los tutelajes más que empalagosos ya hasta son molestos, la defensa inmediata de la historia, de la de ahora y de la oculta, de la cultura puesta en el disparadero de la aculturización, antes que nada es básico y tiene que salir un pronunciamiento colectivo del nacionalismo y proyectarse en los apoyos necesarios con los demás, con los que integran la Declaración de Barcelona para de esa manera incidir en los cambios, parar dinamizar que el centro está en cada uno, que la mayoría de edad es patente y que el mundo ha cambiado, y dentro de la manida globalización, de esa uniformidad apabullante, los pueblos tienen que zafarse de ataduras espurias para reafirmar su identidad y su compromiso.

* Presidente insular y vicepresidente nacional del Partido Nacionalista Canario (PNC)