HOY, que es la apoteosis del carnaval, se manifiesta públicamente lo que se ha venido gestando durante todo el año para que este día, Martes de Carnaval, se justifiquen en cierta forma el esfuerzo, la iniciativa y el trabajo de miles de personas que tienen puestas sus ilusiones en "vivir" este día intentando contagiar a cuantos ven y oyen, tanto en directo como a través de los distintos medios de comunicación, el entusiasmo y la felicidad que genera poder mostrarse a los demás a través de un disfraz, sin que el sentido del ridículo o de la vergüenza ajena hagan acto de presencia.

Divertirse está bien, y reírse de la propia sombra de uno, y de camino de la de los demás, está aún mejor; bastante sufre uno el encorsetamiento social durante el resto del año, así como los vaivenes de la puñetera crisis, como para no poder permitirse el lujo de desinhibirse por unos días y convertirse por medio de la mascarita en una imagen de quien realmente le gustaría ser, o tal vez en la posibilidad virtual de la caricatura de sí mismo. Todo es cuestión de echarle imaginación, alegría y color. La calle hace el resto. No en balde nuestro carnaval es de los más sanos y seguros del mundo; y así ha de seguir; porque, en definitiva, de lo que se trata es de divertirse solo, o a ser posible en familia o en compañía de otros.

Porque no olvidemos que nuestro carnaval, antes Fiestas de Invierno, pasó de convertirse en una Fiesta de Interés Nacional, allá por 1967, a ser declarado Fiesta de Interés Turístico Internacional en 1980; de hecho, nuestro carnaval es un claro ejemplo de reclamo turístico que hace que nuestros hoteles, bares y restaurantes, así como nuestras calles, se llenen de turistas ávidos de vivir una experiencia única e inolvidable. Y esto en medio de un clima y de un ambiente agradable, divertido y cálido, mientras en sus países de origen se hielan de frío y se mueren de aburrimiento porque ya es de noche a las cuatro de la tarde.

Pero no podemos ni debemos olvidar que el carnaval chicharrero es una tarea de todos. Quiero decir que mientras las autoridades ponen el presupuesto adecuado en función de las circunstancias económicas de cada momento, así como los medios y el personal necesario para que todo fluya oportuna y adecuadamente, como si el carnaval fuera un acto espontáneo que aparece y desaparece año tras año sin que nadie se pregunte quién o quiénes están detrás de tanto esfuerzo y trabajo, los ciudadanos, a su vez, deben velar por que el verdadero espíritu de la fiesta del carnaval no se desvirtúe o se tergiverse.

El carnaval es nuestra mejor foto-imagen exportadora de nuestra ciudad, Santa Cruz de Tenerife, pero también de nuestra isla y, por extensión, de Canarias. En definitiva, todos somos corresponsables y embajadores de nuestra fiesta más internacional; y, por ello, debemos cuidarla y mimarla, porque detrás de esa imagen, si se quiere desenfadada y hasta cierto punto banal, existen muchos puestos de trabajo que dependen en cierta forma de cómo va evolucionando dicha fiesta de cara al futuro. Por ello, debemos tomarnos en serio algo tan informal; en el sentido de vigilar que el carnaval, que siempre ha sido una fiesta eminentemente familiar y de amigos, con la sana intención de divertirse y pasarlo bien, no se convierta por nuestra desidia y dejación en un botellón más.

La diversión no está reñida con el respeto, la tolerancia, la urbanidad y el sentido común. No podemos tolerar que unos cuantos desalmados que no entienden o no quieren entender lo que significa realmente el carnaval terminen apoderándose no solo de las calles, condenando a la mayoría de los ciudadanos a disfrutar del carnaval en determinados recintos o clubes más o menos privados, sino que se adueñen del propio espíritu del carnaval. A este respecto, las murgas podrían dejar las críticas más o menos localistas e incidir su particular sátira y picaresca musical en denunciar estos hechos que, por desgracia, van en aumento cada año que pasa.

No obstante, no quisiera terminar esta columna sin mostrar mi esperanza por el futuro de nuestra fiesta más representativa e internacional y, de camino, desearles a todos un feliz carnaval

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