A LO MEJOR le parezco un bicho raro, pero no me he sentido ofendido por los guiñoles de Canal Plus Francia. Porque, vamos a ver, ¿acaso no se dedica ese programa a la sátira política y social, inventando todo tipo de situaciones disparatadas? ¡Voilà!: un muñeco de látex de Nadal firmando con una jeringuilla es precisamente eso: un disparate. Que a uno le hace gracia, pues se ríe; que no le hace gracia, pues no se ríe y, si quiere -faltaría más-, lo critica. Pero me parece ridículo, con perdón, haberlo convertido en causa patriótica nacional.

Este enfado colectivo podría ser humanamente comprensible si en la parodia de los guiñoles existiera algún atisbo de realidad (todo el mundo sabe que las verdades ofenden). Yo tenía la firme convicción de que no, de que nuestros grandes campeones eran deportistas íntegros, hasta que escuché que en España "tenemos un problema con el dopaje" y que "sería necesario aprobar la modificación de la ley antidopaje para cumplir las exigencias del código de la Asociación Mundial Antidopaje". Así que ahora ya no sé qué pensar, porque esas palabras no son de un pérfido y envidioso guionista gabacho, sino del ministro español de Educación, Cultura y Deportes, José Ignacio Wert.

También es verdad que Wert no es un prodigio de rigor en sus manifestaciones públicas, pero no deja de ser significativo que el máximo responsable del deporte español se pronuncie en términos tan contundentes: en España existe un problema con el dopaje y la legislación española no cumple las exigencias de la AMA. Si lo que dice el ministro es cierto, no debería sorprendernos que desde el extranjero existan sospechas sobre los éxitos del deporte español.

Las declaraciones de Wert contrastan con las que hizo su jefe, Mariano Rajoy, ese mismo día 14 de febrero, en la recepción oficial a los representantes del equipo de tenis español ganador de la Copa Davis. En la misma sala del palacio de La Moncloa donde hace unas semanas recibió a su homólogo francés, Rajoy se mostró orgulloso de los deportistas españoles y se dejó llevar por el entusiasmo patrio cuando proclamó, en alusión a nuestros vecinos del norte, que "nosotros somos el país que ha ganado más veces Roland Garros, aunque algunos no sean conscientes de ello". Algunos no, todos, que esa afirmación es falsa.

Pero aquí no termina la cosa. A continuación, los tenistas acudieron al palacio de La Zarzuela, donde un micrófono indiscreto captó una confidencia del Rey a Nadal: "Esos de los guiñoles son tontos". Es un punto de vista interesante, porque ya se sabe que los tontos son los que hacen tonterías. Aunque, bien mirado, tampoco parece muy inteligente enfadarse por una tontería. "N''est-ce pas"?