1.- Ya que este país es como es y todo el mundo se toma la justicia por su mano, desde Telecinco a la madre que los parió, ¿por qué no creamos la figura del defensor del imputado? En este país de , todos los imputados, por el mero hecho de serlo, han sido crucificados por los medios de comunicación antes de que los jueces los condenen en sentencias firmes. Y no hay fiscal que le meta el diente al asunto -como defensores de la legalidad que son- y no hay defensor/defensora del pueblo que diga ni "mu". Aquí crucificamos a todo el mundo, incluso a la Corona, sin calibrar que algunas crucifixiones en un país de extremistas puros y de historia trabucaire son altamente peligrosas. Aquí confundimos libertad de expresión con linchamiento moral, sin que los teóricos de las definiciones digan ni esta boca es mía. Aquí hemos echado a los leones a una serie de personas, incluido el yerno del rey, sólo porque -los papanatas- repiten la obviedad de que todos somos iguales ante la ley. ¿Y qué pasaría si don Iñaki es declarado inocente? Pues que nadie reparará el daño que le han hecho. Lo hemos vivido con el caso Las Teresitas. Fíjense en el disparate. Un oficio de la fiscal Farnés Martínez al Ayuntamiento de Santa Cruz pidiendo -porque un chiflado al que le dieron la condición de "testigo protegido" se inventó una historia sin pies ni cabeza- la relación de libros que me habían comprado durante el mandato de Miguel Zerolo, provocó un titular de "La Provincia" que más o menos decía (refiriéndose a mí): "El caso Las Teresitas da un nuevo giro". Y se quedaron tan panchos, tras la filtración. Giró tanto la cosa que del tema nunca más se supo. Ni siquiera me llamaron a declarar, probablemente porque la fiscal se dio cuenta de la supina memez del asunto. Cuando las elecciones últimas, al señor don Melchior se le fue la olla conmigo y filtraron a los periódicos (él y sus sicarios políticos) que yo me había mamado, por la cara, no sé cuantos miles de euros de la empresa del Cabildo que presidía Antonio Alarcó. La sociedad que nombraron y que, supongo que legítimamente, facturó al Cabildo lo que fuera no tenía nada que ver conmigo. Pero nada de nada. Lo publicaron sin pudor algunos insensatos, incluso la hoja parroquial de la calle Salamanca que un día, en la noche de los tiempos, me echó a la calle por demostrar que tenía más cojones que todo el consejo de administración junto. Por defender a unas pobres mujeres violadas a punta de fusil en una batería de costa de Tenerife. Todavía algunos próceres de los que me condenaron a pisar la calle andan por ahí, pavoneándose de su tinerfeñismo a pesar de ser godos de lesa repugnancia.

2.- Probablemente entonces no había nacido la fiscal Farnés Martínez, o al menos no soñaba con estudiar para eso, porque de lo contrario habría actuado de oficio, tal era la gravedad del delito. A los imbéciles de la calle Salamanca les recordaré algo. Ese edificio donde ahora malviven lo conseguimos Pepe Capón, a la sazón gerente, y yo, a la sazón consejero y subdirector. Cuando nos desahuciaron de la calle Santa Rosalía, Pepe y yo corrimos por los pasillos de la Audiencia detrás de su presidente, don Francisco Soler Vázquez, para implorarle que nos dejara un par de meses en la casa vieja y así poder habitar la nueva, que costó alrededor de 20 millones de pesetas de principios de los 80. Una ganga. Conseguimos la piedad del magistrado, por otra parte una excelente persona. Yo di por ese periódico, por el "Diario de Avisos", mucho más que algunos de los soplapollas que ahora lo rigen y que se lo han cargado. Incluso tuve que sacar el periódico, como esquirol, y a mucha honra, en una huelga salvaje organizada por el Partido Comunista, con el director metido debajo de una mesa. Mentecatos. Hemos entrado en una espiral de acusaciones gratuitas, falsas, en el barrenaje de los derechos individuales, en la publicación, sin consecuencias legales, de secretos sumariales, en la lapidación intencionada de personas, casi todas las cuales resultan luego ser inocentes. Estoy asustado porque esto no es un Estado de Derecho sino un Estado de Mierda. A Urdangarín y a sus satélites se los han cargado. Nadie va a repararles los daños, en caso de resultar inocentes. ¿Y quién dice que lo publicado no va a influir en los tribunales que van a juzgarles o en los jurados, en su caso, si los juicios se celebran bajo esta modalidad?

3.- Este país se nos acaba, desocupados lectores. Las leyes no sirven para nada, o al menos no sirven para todos. Los periodistas se creen el culo del mundo y hay analfabetos poblando los programas de las televisiones de ámbito nacional y local que merecen la reprobación social. Todo el mundo sabe derecho, todo el mundo maneja términos jurídicos haciendo el ridículo, confundiendo incluso lo elemental. La formación humanística de estos mindundis brilla por su ausencia. He rechazado, en los últimos tiempos, acudir a programas de televisión de debate, porque me da vergüenza compartir con determinados protagonistas tertulias inconsistentes y estériles. Estoy harto de mediocres, de gritones y gritonas, de tipos y tipas perversos y taimados que no aportan nada positivo a la sociedad española y canaria. De gente que crispa y que molesta a los demás sin pudor. Que calumnia, para que algo quede. Que injuria sin importarle nada. Dejen a la justicia -que ya tiene lo suyo- que dirima las cuitas de los demás y no pulvericen la presunción de inocencia. Porque los que acusan hoy a los demás, sin respetar sus derechos, pueden ser los imputados de mañana. Porque medio país está imputado y porque habrá que crear, como dije al principio, su defensor para que al menos preserve sus derechos más elementales. Hemos aprobado hace años una Constitución que parece que no sirve para nada porque todo el mundo se la toma como el pito del sereno. Qué pena, ¿no?

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