LA OPOSICIÓN venezolana representada por la MUD (Mesa de la Unidad Democrática) ha elegido a Henrique Capriles Radonski candidato a la Presidencia de la República y se enfrentará a Hugo Chávez en las elecciones que, de cumplirse las previsiones, se celebrarán el próximo 7 de octubre. Henrique Capriles (HC) y Hugo Chávez (HC), frente a frente. No es otra historia de Krámer contra Krámer, pero sí tiene lejanamente algunos parecidos. Los venezolanos tienen ahora una opción sólida para elegir entre el joven, aunque sobradamente preparado, Capriles y un Chávez que, ahora sí, según propias manifestaciones, se enfrenta a la última etapa de su agitada vida pública.

Como comenté aquí hace un par de meses, se van despejando algunas incógnitas sobre el futuro de Venezuela. Si por el lado del oficialismo gubernamental se mantienen algunas dudas sobre el estado de salud de Chávez, días atrás él mismo ha asegurado enfáticamente que ganará las elecciones para lo que sería un último mandato como presidente de la República Bolivariana, lo que le permitiría consolidar la revolución para el futuro. Es decir, que él también cree dejarlo todo atado y bien atado. Ya veremos una cosa (si llega con buena salud a la fecha de las elecciones) y la otra (si todo queda tan bien atado como anuncia).

Por parte de la oposición, esta vez ha hecho un excelente trabajo y ha recorrido un camino que cumple con las previsiones de la dirección de la MUD. Después de un ejemplar ejercicio de transparencia y libertad, ha elegido candidato en un proceso de primarias a Henrique Capriles, que desde el momento de conocerse el resultado del escrutinio cuenta con el respaldo de todos los candidatos participantes. De Capriles y de su procedimiento de designación me importa destacar algunos hechos.

El primero es la alta participación en una elección de estas características. Casi tres millones de venezolanos fueron a las urnas, superando numerosos obstáculos y dificultades, lo que equivale al 15 por ciento del censo electoral. Esos números no tienen precedente ni en las primarias que llevaron a Obama a la presidencia de los Estados Unidos, ni en el proceso de elección del candidato socialista Françóis Hollande a la presidencia de la república en Francia. Ello no solo legitima al candidato Capriles, sino que demuestra la conciencia cívica y el grado de movilización ciudadana. De esos tres millones de venezolanos que acudieron a la convocatoria de la MUD, 1,8 millones, el 60 por ciento, optaron por el hasta ahora joven gobernador del capitalino Estado Miranda y ya candidato presidencial. Que alguien tan resabiado como Diosdado Cabello, derrotado por Capriles como candidato del chavismo en 2008, compareciera nada más conocerse el resultado de la elección de Capriles para tratar de ridiculizarlo y preguntar si con solo tres millones de votos piensa la oposición derrotar a Chávez, es un síntoma no solo de la malicia, sino de la preocupación que de pronto embarga al chavismo.

Igualmente revelador es la pronta reacción del propio Chávez, que no dudó en emplear gruesos descalificativos de quien al fin y al cabo solo es un adversario electoral y no un enemigo de la patria al servicio de los malvados imperialistas del mundo mundial. Y Chávez lo sabe porque conoce quién es Capriles desde que fuera elegido diputado en 1998, alcalde de Baruto en 2000 y gobernador del Estado Miranda en 2008. A lo largo de todos estos años, Chávez supo muy pronto y muy bien que en Capriles podría tener un poderoso adversario, al que ha acosado, perseguido, encarcelado y llevado a juicio hasta en cuatro ocasiones, con la acusación de que había instigado y participado en el asalto a la Embajada de Cuba durante los sucesos del 12 de abril de 2002 y del secuestro del embajador cubano. En los largos siete años que van desde que fuera detenido en 2004 por agentes policiales de la temida DISIP, hasta su absolución por los tribunales, nada de eso pudo ser probado.

Y por si no fuera poco, más inquietante es la publicación de sucesivos escritos en los medios adeptos al chavismo en los que se vierten muy graves insidias y acusaciones. Por ejemplo, en el órgano de expresión digital de Radio Nacional de Venezuela, uno de sus articulistas titulaba días atrás "El enemigo es el sionismo", aludiendo a los antecedentes familiares de Capriles, emigrantes judíos que huyendo del nazismo arraigaron en Venezuela medio siglo atrás. En la diatriba se vertían afirmaciones referidas al candidato Capriles como "descendiente de una familia de judíos sefardíes de Curazao, y de Mónica Cristina Radonski, una judía ruso-polaca". Para añadir que "formó parte de la secta paramilitar y fascista llamada Tradición, Familia y Propiedad, donde se practicaban ritos religiosos perversos y se planificaban crímenes selectivos de todo lo que no representara la raza aria nacional y la alta burguesía venezolana". Para concluir que "en 1998 resultó electo diputado por COPEI, Partido Socialcristiano, hijo de una organización fascista religiosa ligada a la Falange Española llamada Opus Dei, que llegó a Venezuela para echar raíces a principios de los años 50 del siglo XX". Creo que sobra todo comentario.

Conocí al candidato Henrique Capriles a poco de su liberación, tras algunos meses de cárcel, a finales de 2004, y posteriormente mantuve otros encuentros con él a lo largo de los años que duró el calvario judicial al que se vio sometido. Pese a su juventud, 39 años, está curtido en muchas batallas y cuenta con una notable madurez personal y una sólida formación profesional en universidades europeas y norteamericanas. Nada será fácil para él y tiene por delante un camino lleno de obstáculos, pero la oposición venezolana ha aprendido la lección de los errores del pasado y dentro de siete meses se presentará ante la sociedad venezolana y ante la opinión pública internacional con un programa de gobierno solvente y un candidato muy sólido.