HOY no vamos a hablar de política ni de salud; hoy he querido que los lectores disfruten con una pequeña historia atractiva y curiosa, que muchos de ustedes probablemente conocen, pero que siempre llama la atención recordarla. En cierta ocasión, un buen amigo me enseñó paseando las calles empedradas de los alrededores del Ayuntamiento de La Orotava, un recorrido, por cierto, encantador que recomiendo, dado que no se prodigan en Canarias centros históricos tan significativos. Dicho amigo, masón para más señas -de ahí que no revele su identidad-, me advirtió con cierto aire de misterio de que el lugar al que se dirigía me iba a sorprender. Tras recorrer los Jardines Victoria, próximos al Ayuntamiento, un edificio singular que sorprende que exista en Tenerife, subí unas escaleras e inmediatamente me llamó poderosamente la atención una construcción suntuosa y al mismo tiempo estoica y sencilla, que aunque en principio tiene aires de religiosidad, sin embargo no se aprecian en ella signos ostentosos católicos.

No es un templo ni una ermita ni el típico calvario que tanto se prodiga en la geografía canaria. No, se trata de un sepulcro al que adorna una llamativa simbología. Un lugar edificado con la intención de dar en él sepultura al marqués de la Quinta Roja, Diego Ponte del Castillo, diseñado por el arquitecto francés Adolphe Coquet, masón para más señas, autor también del proyecto del hotel Taoro y sus jardines en el Puerto de la Cruz. Un mausoleo de mármol blanco, actualmente con cierto descuido oficial en su conservación, encargado por la marquesa de la Quinta Roja, Sebastiana del Castillo y Manrique de Lara, con el propósito de dar en él sepultura a su hijo Diego Ponte del Castillo, fallecido joven hacía tiempo en su mansión de Garachico.

Tras pasear por los Jardines Victoria, que dispone de siete terrazas escalonadas adornadas por fuentes, plantas y caminos, llegamos al pequeño mausoleo, una construcción prismática de esquinas achaflanadas decorada con columnas corintias adosadas, una puerta de metal negro en la que se ha calado una representación del árbol de la vida, una corona y la letra griega omega. En el dintel de la puerta, una inscripción, Diego Ponte del Castillo. Encima tres coronas funerarias y más arriba aún un escudo nobiliario.

Diego Ponte era hijo de una de las familias más acaudaladas de Tenerife, nacido en 1840. Además de marqués de la Quinta Roja, era miembro de la logia masónica Taoro, de la que llegó a ser venerable maestro, lo que le llevó a mantener frecuentes enfrentamientos con los clérigos de la zona, por lo que al fallecer, en 1880, se le negó sepultura en el cementerio católico de La Orotava. Muy molesta por ello, y en desagravio, su madre se propuso la construcción en una de sus fincas del citado mausoleo para acoger allí los restos de Diego Ponte. Fue entonces cuando a través del médico y botánico palmero Víctor Pérez González se puso en contacto con el arquitecto Adolphe Coquet, al que hizo el encargo, que diseñó y esculpió en Lyon, siendo levantado en el lugar actual en 1882, si bien hasta 1884 no estuvo totalmente finalizado

Visitado y admirado por masones de muy diferentes países y obediencias, el debate sobre el alcance de la simbología masónica que tanto en él como en los jardines pueda encerrar sigue vivo y no existe un criterio unánime al respecto. En opinión del profesor de la Universidad de La Laguna Manuel de Paz, el mausoleo sí tiene carácter masónico, pero no los jardines, pues según él se aprecian columnas del grado 18 del rito masónico escocés Antiguo y Aceptado, así como la escalera y otros elementos del grado 30 y la cruz céltica que lo coronaba. Por el contrario, José Manuel Rodríguez Maza y Nicolás González Lemus niegan en el libro "Masonería e intolerancia en Canarias: el caso del marquesado de la Quinta Roja" el carácter masónico tanto de los jardines como del panteón. Si lo visitan tendrán su propia opinión.

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