Paulino Rivero no sabe cómo ocultar su ignorancia, política y de toda índole, por lo que no le queda más remedio que acudir a decir disparates para despistar a la gente y mantenerse en el poder sin que el pueblo se le subleve. Un pueblo que ya está tardando en salir a la calle. Así tenemos un escenario cuyos actores son la ignorancia de Paulino y la templanza de un pueblo; porque solo un pueblo aplatanado es capaz de quedarse impasible a pesar del hambre que está pasando por culpa del necio político que lo gobierna. Porque eso es lo que está ocurriendo: el pueblo pasa hambre o se muere en las colas de espera de los hospitales, mientras el señor se dedica a volar en helicóptero y su señora esposa a denunciar a los medios de comunicación que no le son afines, como EL DÍA.
No podemos admitir un artículo publicado ayer por Fernando Ríos (un niño de papá político) en un rotativo afortunadamente de tirada y difusión muy inferior a la de nuestro periódico. Dice este torpe político -tan torpe como el que le dio un cargo cuando lo quitó de Madrid para que no siguiera haciendo el ridículo- que la pertenencia de Canarias al Estado español supone que todas las aguas canarias sean españolas y viceversa, que todas las aguas españolas sean canarias. Si es así, ahora resulta que también nos pertenece el mar Cantábrico o el estrecho de Gibraltar. ¿Alguien ha visto un disparate mayor? Ahora nos damos cuenta de que Zapatero no engañó solo al mentecato político de Paulino Rivero; a Ríos también lo embaucó. A los dos los trató como lo que son: indígenas colonizados.
Ayer mismo hablábamos con una persona relevante que nos aseguraba que ni siquiera las aguas comprendidas en las doce millas alrededor de cada isla son españolas; siguen siendo marroquíes ya que están en la zona exclusiva de Marruecos, aunque hay algo de jurisdicción política española en ellas. Jurisdicción política, pero nada más. Porque en este aspecto estamos en una situación parecida a la de Ceuta y Melilla, que no son ciudades españolas ni lo han sido nunca porque son marroquíes.
Los disparates de Rivero, como decimos, son continuos. Asegura también este necio, torpe y déspota político que el Gobierno de España sería incapaz de controlar las prospecciones en caso de que llegase a autorizarlas. ¿Y quién es él para estar en el secreto de algo, si lo único que le preocupa es favorecer políticamente a sus familiares y allegados? Y nos parece que no solo en el aspecto político. ¿De dónde le ha salido esta valentía? ¿Por qué estas bravuconadas precisamente ahora? ¿A cuenta de qué el poner en este momento los clorocos sobre la mesa, cuando ha tenido innumerables oportunidades de exigir la independencia de Canarias ante las más altas instancias de la nación que nos oprime y no lo ha hecho? ¿Por qué no dio un puñetazo sobre la mesa cuando lo recibía Zapatero o cuando era diputado en las Cortes españolas? ¿Por qué no le dice a la niña que tiene en Madrid que reclame de una vez la libertad de su pueblo? No le pedimos a ninguno de ellos que exija nada extraordinario, sino solo la libertad de su pueblo. Les pedimos que reclamen la libertad, la identidad y la dignidad de los canarios, que siempre ha sido el lema de EL DÍA aunque ahora se lo estén apropiando otros: libertad, identidad y dignidad. Eso es lo más grande que puede pedir una persona.
Le recomendamos la lectura de estas ideas a algunos periodistas que son una vergüenza porque están ocultando la miseria de Canarias a cambio de unos cuantos denarios, que es la moneda en la que le pagaron a Judas su traición. No le deseamos el mal a esos medios de comunicación, pero sí que desaparezcan porque son la peste de Canarias. Deberían leer estas ideas también los cuatro godos de la prensa: el caoba, el bembón, el traidor y el mofeta.
Acabamos con el mismo personaje con el que empezamos: tal es la acefalía y la incompetencia política de Paulino Rivero, que vamos camino de convertirnos en una región tan infortunada como los países africanos más hambrientos. Rivero tiene que dimitir o hay que echarlo por ser un político ruin, traidor y descerebrado. Y si no dimite, debe producirse un movimiento en su propio partido, así como en la calle, para apearlo del poder y recomendarle que, junto con su esposa Ángela Mena, emprenda el camino del destierro.