SE ARGUMENTA que en los años setenta, ochenta, Canarias pegó un salto o estirón hacia la modernidad. Que gracias a la integración en Europa y a las cantidades de dinero que llegaron, vía fondos de cohesión o estructurales, conseguimos el desarrollo y entrar con armas para competir en el siglo XXI. ¡Gracias, Europa!

Pero yo creo que eso no es totalmente cierto, o por lo menos no del todo correcto, ni en la primera afirmación ni en la segunda. Partimos de que ahora mismo no competimos en casi nada, con el añadido de que ni siquiera sacamos partido a la situación privilegiada que ocupamos en el globo. Al revés. En cuestión de enraizamiento económico estamos más vendidos que Torrebruno en una pelea de gladiadores, porque se han empeñado en desmontar los sectores productivos que nos daban de comer, salvo el turístico, y si bien es cierto que la CEE o UE hizo un primer esfuerzo de inversión (como en todo negocio que para ellos comenzaba) dotando a las islas de infraestructuras posibilitadoras para la invasión posterior que se nos venía encima, también es verdad que la bajada de pantalones, por ejemplo, renunciando a los tradicionales puertos francos, ha extendido una factura sustanciosa en la que podemos tomar como muestra los restos marginales de una producción agrícola, ganadera o pesquera que en aquellos tiempos nos mantenía.

El montante transferido en ayudas, poniendo mucho un 3% del PIB, fue un caramelo a la puerta de un colegio en términos porcentuales, visible, bien colocado en las infraestructuras básicas que más o menos se necesitaban para abrir los centros comerciales que en los siguientes años esquilmarían la distribución convirtiendo las Islas en enormes embudos orientados en rendimientos hacia fuera.

Lo que realmente posibilitó nuestro aparente estándar de zona desarrollada, eso sí, fue la implantación de una rigurosidad fiscal y el que empezáramos a pagar impuestos a diestro y siniestro, como se hacía en el mundo occidental. Esa es la verdadera causa de que nos parezca que estamos mejor que antes, en unos parámetros de cobertura que aunque ahora vuelvan a estar amenazados con la crisis, repito y que conste, lo pagamos bien pagado.

Además, se desató como fenómeno añadido una ola del Norte que nos compraba fincas, terrenos, pisos, derechos y propiedades. Recuerdo que le vendí un apartamento en El Toscal, en el Puerto de la Cruz, a un alemán. El nota, en el notario y cuando ya había quedado todo muy clarito, se negó a asumir la plusvalía que aquí en Canarias habitualmente es atribuible al comprador. Supuestamente, el teutón no hablaba castellano y ante lo que el traductor de su consulado le contaba "in situ" sobre el tema que había surgido, daba voces bárbaras negando con la cabeza el pago de ese impuesto. Me levanté, le di la mano educadamente, también a los responsables del banco que le iba a conceder su hipoteca, a los responsables del banco que cancelaba mi hipoteca, a los de la notaria y a su traductor y le dije a mi esposa que nos íbamos a comer un puchero en La Orotava y que lo iba a pagar el alemán si quería el apartamento. Yo estaba seguro de que había negociado un precio razonable y que, por motivos familiares, él quería comprar en ese sitio. Por supuesto, lo acabó pagando con un añadido que no recuerdo de cuánto era, aunque cubría holgadamente el mencionado puchero. Firmamos unas semanas más tarde y hasta había aprendido el idioma. Fue tan amable el germano que entendí que tenía que haberle subido un poco el precio.

Lo que digo es que gracias a la llegada de esa ola, que en los últimos tiempos se ha detenido, algunos pudimos obtener "plusvalías". Y ahora da la impresión de que va a tener que suceder igual pero solo cuando entiendan que nos han devaluado lo suficiente para lanzarse nuevamente al abordaje; es más, pienso que doña Angela Merkel quiere adquirir algo medianamente relevante en La Gomera, quizás le haya puesto el ojo al Garajonay.

Dado que no tenemos vetas para explotarlas trabajando y compitiendo, la prueba es la situación de la isla de El Hierro desde que empezó a toser el volcán. Únicamente emigrando o vendiendo devaluado lo que compone nuestro patrimonio podremos seguir subsistiendo y saliendo adelante.

Es curioso y triste: gracias a Europa la salida para muchos canarios se reduce a vender o irse.

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