Desde siempre he querido recordar los primeros Carnavales, denominados Fiestas de Invierno, en el principio de los años 60, y sobre todo las famosas rondallas del Carnaval, y en particular El Tronco Verde, la cual, junto con otras, fue una de las primeras, a la que pertenecí junto a algunos cantantes importantes: Celso Padrón, Emilio de la Torre, José A. López Torres, Luis Fuentes Díaz, el Chavito y Buenafuente.

El Tronco Verde representó una actividad no ya de carnavales, sino lírico-musical, pues participó en varias actividades artísticas además de los concursos. Lamentablemente, desapareció, y por cierto, fue dirigida por Aníbal Pérez. Hoy, de los mencionados no queda nadie; quedamos algunos, como un servidor, miembro del coro. El nombre de Tronco Verde se le dio porque sus fundadores se reunían en la plaza del Príncipe en un tronco de árbol de los que rodeaban el quiosco. Fue un complemento cultural artístico-musical, con el que poder recordar fragmentos de zarzuela, además el himno del Tronco Verde.

José Luis Fernández García

La "marabunta" castiga nuevamente

No hay más que ver el plano del programa de seguridad del carnaval 2012 de Santa Cruz de Tenerife, repartido por el ayuntamiento con la denominación "servicio de seguridad ciudadana", para ver que estaba definido como una estrategia de campo de batalla.

Para que el posible lector lo vea más claro: imagínese una tremenda pesadilla que al despertar se hace realidad. ¿Y cuál es esta realidad? Pues, señores míos, la "marabunta del Carnaval".

Un ayuntamiento que se ha empecinado en permitir que, año tras año (treinta), su zona más emblemática, como es la entrada a la ciudad de Santa Cruz de Tenerife, sea destrozada y arrasada como Atila hizo con su caballo. Y no hay forma de que tanto el alcalde como su corporación vean la realidad de lo que está sucediendo en una ciudad que no se merece este trato tan vejatorio. Un mal llamado "cuadrilátero", que se cierra a cal y canto durante dos semanas para que la "marabunta" haga y deshaga lo que le dé la real gana. Cientos de quioscos y casetas desplegadas por todo el "cuadrilátero" con sus correspondientes altavoces gigantes y a su máximo volumen, consiguiendo con este tinglado de despropósitos un ruido de tal magnitud que un motor a reacción es mucho menos ruidoso que el producido por estos mil altavoces concentrados en dicho cuadrilátero.

Según el Organismo Mundial de la Salud, a partir de los 55 decibelios ya es perjudicial para la salud. Sin embargo, se han medido hasta 210 decibelios en toda una noche. Y si hablamos del mobiliario: puertas de edificios rotas, señales de tráfico arrancadas, jardines arrasados, calles llenas de orines y excrementos con toneladas de basura mezclada con vomitaduras. Como para darles a los ediles del Ayuntamiento la medalla de oro de la Ciudad.

No estamos en contra del Carnaval; lo que sí estamos es contra el abuso de unas fiestas exclusivamente dominadas por la electrónica que han originado graves problemas psíquicos a los vecinos del cuadrilátero.

Tienen que prohibir los tinglados y quioscos con altavoces y las instalaciones monstruosas musicales y diversificar el carnaval para otros sectores. Y, sobre todo, no permitir la entrada nocturna y con alevosía de las carrozas estacionándose en las calles debajo de los domicilios. ¡Cuánto echamos de menos el Carnaval de principio del siglo pasado! Para esto tendríamos que tener un alcalde como don Santiago García Sanabria, alcalde irrepetible.

Juan de la Rosa González

Nota del editor

Apoyamos de corazón esta carta y apoyamos también la razón de ser y la existencia del Carnaval, pero un Carnaval de expresiones, modos y ruidos tolerables y, si es posible, nulos. Los ruidos son causa de graves enfermedades. Tiene razón el comunicante. ¿Por qué en vez de estudiar babiecadas no se estudia una solución y se busca un emplazamiento que no perjudique a tantas familias; un lugar abierto pero insonorizado? Tiene razón don Juan de la Rosa. Esta mortificación no debe continuar. El Ayuntamiento de Santa Cruz tiene la solución en su mano y será muy bien acogida por el mejor pueblo del mundo: el de Santa Cruz, que merece su Carnaval.