YA ESTÁ la izquierda retrógrada y fagocitaria del Presupuesto público reivindicando las fórmulas políticas fracasadas en el pasado siglo. Vuelven por donde solían, a adueñarse de la calle, a promover enfrentamientos entre ciudadanos, a destruir los bienes que hemos pagado todos, pretendiendo recuperar así el favor electoral que han perdido hace tres meses. Hasta se atreven a fagocitar a las víctimas del 11M, uniendo sus manifestaciones al octavo aniversario de aquella infamia que Rubalcaba explotó para conducirnos al septenio zapateril de la decadencia española; quien, lejos de asumir su responsabilidad frente a la crisis, agita a la opinión pública contra el Gobierno, y la política de ajustes no la interpreta como un sacrificio, sino como una oportunidad para remontar en el ranking electoral.

Corresponsable de ese fracaso histórico, este Fouché de bolsillo pretende devolvernos al clima de enfrentamiento guerracivilista de los años 30 del siglo pasado, reeditando sus estrategias con la inestimable ayuda de la televisión pública, entre otros medios.

Utiliza las mismas cantinelas de siempre y, aunque educado en el selecto colegio del Pilar de los Marianistas madrileños, recupera el lenguaje largocaballerista, y dice que ellos se manifiestan con los sindicatos, a quienes, calladitos ocho años, los han estado alimentando y se han beneficiado de las subvenciones públicas, de forma que han desarrollado una red empresarial que en el último ejercicio les reportó más de diez millones de euros de beneficios y cuyos activos superan los 24 millones; con jerarcas sindicales que gastan relojes pelucos de seis millones de las antiguas pesetas o viajan en cruceros por los fiordos noruegos, sin aprender que la socialdemocracia del Norte se ha reformado, y ya ha revisado lo que llamaba su Estado de bienestar. El que aquí copiaron los alumnos de ZP fue con el "todo gratis", porque a la postre, como dijo Carmen Calvo, "el dinero público no es de nadie".

Con el despilfarro improductivo de las arcas públicas, el dinero tuyo y el mío, Pepe Ignacio, se utilizó en el Plan E, en el cheque bebé, etc., sin reconocer que ha llegado a su fin el derroche porque ya no hay posibilidad de agrandar un déficit que nos acercaba a situaciones de países como Grecia. ¿No te apetece preguntar a los ayuntamientos por qué han dejado de pagar a empresas y autónomos que con las dificultades de financiación actuales en muchas ocasiones no pueden sobrevivir sin recibir estos pagos? Así han participado en que tengamos 23% de paro a nivel nacional y 31% a nivel canario. Toda una alegría.

Tienen el rostro los ZP-Rubalcaba y sus acólitos de dejar un déficit de más del 8,5 por ciento -en torno a cien mil millones de euros, por encima del previsto-, y salen ahora a incendiar la calle porque el Gobierno de Rajoy tiene que aplicar los recortes que ellos no quisieron introducir, porque no querían -dicen- "recortar derechos". Más bien querían seguir con los privilegios de casta que han malcriado en todas las administraciones.

Es inútil entrar en una polémica de culpas y reproches, porque todas las comunidades y corporaciones no incurren en los mismos errores de despilfarro y no todo el déficit autonómico responde a una mala gestión, sino a un exceso de competencias. Por ello el PP pide al PSOE y "acompañantes" que dejen la calle y vuelvan al Parlamento para recomponer la situación.

No es posible continuar como si uno naciera con el derecho a tener un biberón de por vida, al gratis total en todos los servicios públicos y a la depredación del Presupuesto sin límite, aunque hipotequen el futuro de una nación por generaciones.

Tampoco se trata de sanear ahora las cuentas y mantener las causas del problema para dentro de unos años volver a otra crisis del gasto público. Y si las comunidades no pueden financiar sus competencias, habrá que analizar si es posible su reversión al Estado central o hacer un dimensionamiento del modelo autonómico al nivel adecuado a su capacidad de financiación.

De no ser así vamos a perder la confianza no solo de nuestros socios europeos, que son los únicos -que pueden ayudarnos a salir de la crisis-, sino que iremos descendiendo escalones en el orden social y económico hasta alcanzar la situación de nación inviable, como algunos de los Estados africanos o latinoamericanos a cuyos regímenes exalta el "zetarubalcabismo".

Nuestra izquierda insular está muy contenta porque ha logrado imitar la movilización de las principales ciudades de la Península, sin darse cuenta de que, si sigue por el mismo derrotero, con la nefasta imagen exterior que ello produce, aquí no van a llegar más turistas que los sátrapas marroquíes que quieren adueñarse de Canarias con la colaboración de algunos que luchan por la independencia del Archipiélago, aunque sea asociándose al "rey depredador". Por ese camino no llegaríamos a tener más derechos que los de los millones de bereberes y demás etnias marroquíes -un total de 31.606.000 habitantes, con 300.000 militares, un analfabetismo del 31% en hombres y 57% en mujeres- que malviven sometidas por el tiránico régimen vecino.

Y mientras, nuestros políticos locales peleando por si se reparten los beneficios del supuesto petróleo que nadie parece haber visto todavía. En lugar de potenciar y mejorar nuestro monocultivo turístico, que es el que nos está manteniendo, a pesar de las sequías que nos agobian, tanto hídrica como económica y social.

En lugar de "planes C" con 75 millones de euros, como el que acaba de lanzar el presidente Paulino, solo para 12.000 canarios -clientelas municipales- de los más de 300.000 que tenemos en paro, deberíamos estar recortando despilfarros para alcanzar no solo el nivel de déficit público que nos marcan los que nos prestan el dinero a crédito, con el que estamos sobreviviendo, sino que tendríamos que estar habituándonos a vivir por debajo de nuestras posibilidades y a cuidar de lo que es de todos, ya que en los años de bonanza no nos esmeramos mucho en consolidar nuestra endeble estructura económica.

Pero con unos sindicatos que pretenden "helenizar" España y las Islas no llegaremos más que a ser, de nuevo, el gran enfermo de Europa. Porque entre los países del sur de la UE somos los únicos que tenemos el cáncer autonómico sin resolver. Pero eso exige una reforma constitucional urgente y pactada, y la devolución de mucho enchufado al tajo del trabajo para el que no están preparados. Reforma para la que no hay tampoco el consenso que hubo en la Transición. De nuevo por culpa de la izquierda.

Así que, queridos Pepe Ignacio y familia, apriétense los cinturones y dispónganse a los nuevos recortes que son necesarios para crear el clima y la confianza indispensables para que surjan de nuevo el empleo y la productividad de nuestros campos para el consumo interno y que nos permita exportar para salir de la recesión. De lo contrario, seremos colonizados no por el sátrapa de ahí al lado, sino por los nuevos imperios silenciosos del sudeste asiático. Los que se llevan nuestros ahorros y compran nuestra deuda para alimentar a los millones de ciudadanos que tienen sometidos con salarios y derechos de miseria que no están dispuestos a seguir soportando, mientras ven cómo Occidente gasta por encima de lo que produce.