Querida Chicha Arozarena. Dos puntos. Comprenderás que lo de querida es una mera formalidad epistolar porque aprecio, lo que se dice aprecio, dejé de tenértelo el día en que compareciste en un juicio a testificar que yo había dicho cosas que nunca dije, pero que le convenían a tu amigo Cabeza de Vaca que hubiese dicho para materializar su venganza de beato. Eso tiene un nombre perfectamente explicitado en el Código Penal, ilustre Chicha, pero no pretendo ponerme borde desde las primeras líneas de una carta esencialmente cariñosa si no estuviese motivada porque me han dicho que has demandado al editor de EL DÍA, a Andrés Chaves y a quien esto escribe debido a una supuesta invasión de tu dignidad, tu honor y no sé qué otras mandangas. Vaya por delante que estás en tu derecho.

El otro día leí una noticia sobre alguien interesado en impartir un curso de risoterapia. Enseguida pensé en ti. No como alumna, naturalmente, sino como profesora avezada. ¿Sabe tu jefe Melchior que uno de los motivos por los que me denuncias es haber escrito que cuando trabajabas en cierto diario llevabas en el bolso un trapo de franela para limpiar de polvo tu mesa de trabajo, ya que considerabas que la señora de la limpieza era poco eficiente? A lo peor te cesa si se entera, aunque no lo creo. No porque a unos les dé por eso y a otros por afeitar bombillas, sino porque solo alguien tan eficaz en su gestión como Melchior podría contratarte a ti para que le dirijas el gabinete. Y ya que hablamos de tu curro en el Cabildo, leo en un artículo de mi vecino -y a pesar de todo amigo- Andrés Chaves que te dedicas a espiar por los pasillos para luego chivarle al presi lo que oyes. ¿Es verdad eso, Chicha? No me lo puedo creer.

Sea como fuese, piensa Chaves que nos llevas ante la Justicia para complacer a don Richi pues, aunque nos tiene ganas a los tres, sabe que una querella contra nosotros por opinar sobre él tiene menos futuro que el Chanel Number Five corriendo los cien metros lisos. Discrepo con el colega Chaves. Estoy seguro de que quien te ha embarcado en esto ha sido el Caoba. Como tengas la misma suerte que él, no te alcanzan las ganancias ni para pagar al letrado y procurador. Pero allá tú, pues ya tienes edad para saber lo que haces. Y que conste que no te estoy llamando vieja ni jubileta como el amigo Chaves porque viejos, a estas alturas, lo somos todos. Lo suficientemente entrados en años y en canas -aunque algunos persistan en el tinte colorado- para no perder el tiempo con soplapolleces.

La dignidad que tú reclamas no solo es un derecho obtenido al nacer. También es algo que debe ganarse día a día con un comportamiento pulcro. Y no me parece demasiado ético, al margen de que sea legal, el que accedas a un empleo público después de haberte jubilado en Radio Nacional habiendo tanto paro en el oficio. Un puesto en la radio donde, dicho sea de paso, conseguiste un éxito de audiencia semejante al de Cabeza de Vaca al frente de Diario de Avisos; periódico que dejó tan subido en ventas, que ahora hasta tienen que incluir una revista con señoras en cueros para sostener la tirada. En fin, Chicha: si te pareció poco lo que te aflojaron para perderte de vista cuando saliste de las ondas públicas, no hacía falta que acudieras a los tribunales en busca de un complemento. Bastaba con habernos llamado porque, como dice un conocido alcalde, eso se hubiera arreglado.

rpeyt@yahoo.es