JUAN Roig, presidente de Mercadona, tiene sobrados motivos para estar satisfecho. Su empresa es una de las más exitosas entre las españolas; tanto, que sus esquemas de funcionamiento hace tiempo que son estudiados en las escuelas de negocios de prestigiosas universidades norteamericanas, Harvard incluida. Su afirmación, hace ahora más o menos un año, de que lo mejor de 2011 era que no sería tan malo como 2012 fue una negra premonición en la que algunos creyeron y otros no. Por desgracia, el tiempo le ha dado la razón. Y de qué manera.

Sea como fuese, el tercer hombre más rico de España según las clasificaciones al uso se ha ganado una merecida fama de visionario en el difícil terreno de las predicciones económicas. Cuenta a su favor, insisto, con un éxito empresarial nada acorde con estos tiempos de aflicción. Mientras otras grandes empresas -amén de muchas otras pequeñas y medianas- despiden personal y recortan los sueldos, Mercadona ha contratado durante los últimos doce meses a 6.500 personas que perciben, al igual que el resto de su plantilla (unos 70.000 trabajadores en total), salarios superiores a los habituales en el sector de la alimentación.

Juan Roig no suele conceder entrevistas a los medios de comunicación. En contrapartida, le gusta hablar sin pelos en la lengua cada vez que le toca presentar los resultados de Mercadona. Su recomendación en esta ocasión es que aprendamos de los chinos; que tomemos nota de los 7.000 bazares chinos que hay en este país como ejemplo de esfuerzo para salir adelante. "Hay un gran comercio en España con gente muy admirable que son los bazares chinos", ha dicho. Añadió que una de las grandes cosas que descubrieron en estos comercios minoristas es que vendían algunos productos a la mitad de precio que Mercadona. "Cada vez hay más bazares chinos porque hacen la cultura del esfuerzo que nosotros no hacemos", sentenció.

Hombre, tanto como estar veinte horas todos los días detrás de un mostrador, pues no. Eso no es plan porque entonces no trabajaríamos para vivir sino viviríamos para trabajar. Nos bastaría con trabajar lo mismo que los franceses, los alemanes, los ingleses, los holandeses, los daneses, los noruegos o los suecos. Solo por citar a unos cuantos ciudadanos de otros tantos países a los que les va bastante mejor que a nosotros, ya que esta lista de gente más afanosa que los españoles no se circunscribe solo a ellos. Me cuesta pensar que los nórdicos, los centroeuropeos y hasta los norteamericanos estén laboralmente más esclavizados que nosotros. Al contrario: incluso están menos horas en sus empresas que lo usual por estos alrededores. Eso sí, cuando están en el curro, están al tajo. Quiero decir que no salen media hora cada mañana a desayunar en el bareto de la esquina. A lo mejor la siguiente de las ya célebres admoniciones de Roig tiene que ver con el improductivo vicio del desayuno, porque lo dice el convenio, en horas de trabajo. No lo sé. Desaparecerían algunos bares y cafeterías, qué remedio, pero no creo que eso nos destrozase aún más el PIB. Qué lejanos nos quedan, en cualquier caso, los tiempos de la cultura del esfuerzo.

rpeyt@yahoo.es