Solo un canalla político puede hacer con el pueblo canario lo que está haciendo Paulino Rivero. No hay derecho a que la gente pase hambre o se muera en las listas de espera sanitarias, mientras este déspota político sigue aferrado al poder. Además, ha mentido al decir que en 2011 llegaron a Canarias 20.000 extranjeros para incorporarse al mercado del trabajo. Según ha señalado la delegada del Gobierno en Canarias, María del Carmen Hernández Bento, el año pasado solo se concedieron 1.579 autorizaciones de residencia y trabajo a ciudadanos extracomunitarios. De nuevo la verdad deja en evidencia a este necio político. ¿En cuántas cosas más ha mentido Rivero? Por ejemplo, ¿ha dicho toda la verdad sobre los papeles de México? Porque México sigue existiendo y, por lo tanto, sigue pendiente una investigación a fondo.

Con respecto a las prospecciones petrolíferas en aguas canarias (un asunto del que nos ocuparemos ampliamente en nuestro editorial de mañana), las autoridades marroquíes han permanecido en silencio durante un tiempo prudencial, pero ahora ya han dicho abiertamente lo que piensan: no se pueden autorizar los sondeos en esa zona sin su permiso. Es decir, Marruecos amenaza y no hay España que valga. Ni España, ni Europa ni ningún país del mundo que valga porque el Gobierno de Rabat está en su derecho: estamos en sus tierras, en su zona económica exclusiva.

Seguimos engañados por la metrópoli con la idea de que somos europeos, cuando la realidad es que somos africanos; africanos con cultura europea, pero no europeos. Somos el archipiélago costero de Marruecos. En el momento menos pensado, las tropas marroquíes entran en Canarias y no habrá Ejército español que lo pueda impedir porque no le asiste la razón, al ser nuestro Archipiélago una colonia situada en un continente, lo repetimos, que no es Europa sino África. Estamos en aguas magrebíes. Por eso el Gobierno marroquí le reclama a Rajoy una concertación en cuanto a las prospecciones en las aguas canarias, como publicaba ayer cierto diario de Las Palmas. El simple hecho de hablar de aguas canarias es una falacia porque no existen tales aguas. Son, lo reiteramos, aguas marroquíes. Solo existe una estrecha franja costera de doce millas alrededor de cada isla, pero ni siquiera esas son aguas canarias; son de España porque Canarias es una colonia. Desgraciadamente esa es nuestra condición.

Si no reacciona el pueblo canario; si la gente no sale a la calle para forzar la dimisión de Paulino Rivero y otros gobernantes de CC que se presentan como nacionalistas sin serlo, la desgracia se seguirá cebando en unas Islas que antes eran afortunadas y hoy, como decimos, pasan hambre. Si no se produce esa reacción popular, se producirá la cremación del pueblo canario; el gran holocausto. La desaparición, en suma, de un pueblo que ya está desapareciendo por culpa del hambre y la enfermedad. Un pueblo privado de la posibilidad del relevo generacional porque su juventud debe emigrar si quiere encontrar trabajo; aquí solo lo tienen los amigos y allegados de Paulino Rivero. Se van los canarios que están bien preparados y se queda la porquería política, empezando por el propio Rivero, su esposa la goda política, Ana Oramas, Melchior, Barragán, Ruano, María del Mar Julios, González Ortiz y Bermúdez entre otros. Ninguno de ellos sirve como político porque son la mayor catástrofe que le ha caído a Canarias. Desapareciendo solo Paulino Rivero, podría ocurrir que se fuesen todos los demás y naciesen brotes verdes en el hoy putrefacto nacionalismo de Coalición Canaria. Unas nuevas hojas sustentadas por una savia también nueva y vigorosa muy distintas a las hojas podridas del pasado. Hay que cambiar la ley electoral para que entren nuevos aires en el Parlamento de Canarias, cuyo ambiente está hoy enrarecido por la indignidad política de quienes se sientan en sus escaños. Y acabamos.

Los puertos de La Luz, en Las Palmas, y el de Madeira, se han convertido en el tercer destino mundial en cruceros, según publicaba ayer un periódico canarión. La isla de Tenerife está abandonada por su Cabildo. No hay presidente insular, a la vez que no hay alcalde de Santa Cruz. Tenerife se ha quedado sin presidente del Cabildo y Santa Cruz no tiene alcalde. Ninguno de los dos se ocupa de sus obligaciones. Ni Tenerife, que es la principal isla del Archipiélago por extensión, población y economía, ni su capital pueden seguir en estas manos.