AHORA resulta que no sé leer. De niño, la profesora me sacaba alguna tarde a la sala grande, donde cabían muchos, muchísimos alumnos, me ponía un libro en las manos y me decía:

Toma. Lee desde este punto. Y en voz alta para que te oigan bien tus compañeros.

Toda la casa -un verdadero caserón antiguo, con muchas habitaciones- estaba llena de alumnos, pero la sala grande era otra cosa. Era la principal y en ella estaban los chicos mayores que yo. También había chicas. Así que me daba más vergüenza leer en voz alta. Reconozco ahora que, para mis diez años, yo leía bastante bien. Por eso, doña Carmen (hablo de doña Carmen Labrador; no de doña Carmen Polo, como estarán pensando algunos) me llevaba a escena y yo...

Yo leía, leía, leía...Y todos los ojos estaban pendientes de mi persona. (Personajillo, si ustedes lo prefieren).

Y ahora resulta que, como todo cambia en la vida, ahora no sé leer. Yo tengo bien las meninges. Quiero decir que están en su sitio y no bailando por ahí como les ocurre a algunos de mis amigos. Sólo me quejo de dolores en las piernas, sobre todo en las rodillas. Pero de mi cabeza estoy satisfecho, aunque sufra algún que otro mareo propio de la edad. Y que tengo la columna hecha un clavicordio. Eso me ha dicho el traumatólogo y, aunque yo no sé lo que significa clavicordio, me lo imagino. Pero si las meninges están bien, ¿por qué leo ahora tan mal?

Pensé echarles la culpa a las revistas, los periódicos, los libros... porque como tienen tantas palabras en inglés...Y a la tele y a la radio. Se sienta uno frente a cualquier canal de televisión y, sobre todo a la hora de los anuncios, el setenta y cinco por ciento de las palabras son inglesas. Y yo siempre le he tenido ojeriza a Nelson, Enrique VIII y a los abrigos y sombreros verdes lechuga de la reina Isabel. Y, en esas condiciones, me dio por no estudiar inglés. Y veo ahora anuncios y más anuncios de cierta academia quejándose de que España es el último país de Europa en lectores de la lengua que hablaba Shakespeare. Lectores buenos, quiero decir.

Pero resulta que no. Que la culpa la tiene el Ministerio que antes se llamaba de Educación Nacional. Al suprimírsele ahora lo de Nacional, han comenzado a entrar palabras yugoslavas, noruegas, danesas y, sobre todo, inglesas. Y yo me quedo sabiendo leer solo la mitad de lo que leía con doña Carmen Labrador, a mis diez años. Aquello daba gusto. Yo leía cosas de los reyes godos (creo que fueron 33), de Santa Teresa, Guzmán el Bueno, Viriato y hasta del General Moscardó en el Alcázar. Y total, ¿para qué? Ahora parezco un principiante leyendo.

Aunque no soy yo solo el sufridor. La gente está preocupada Y no solo por las algaradas callejeras, los incendios de coches y cositas de esas, sino porque no todo el mundo sabe inglés. Ni intenta saberlo, como es mi caso. Los lectores, además, se ven obligados a leer lo que se dice de Rubalcaba, Zapatero, Rajoy y Aznar en lugar del Cid Campeador, doña Berenguela, Alfonso X el Sabio, Alfonso el Casto... Incluso muchos se ven obligados a escribir en los periódicos cosas de fútbol. El pasado día 29 de febrero escribieron cinco colaboradores de este periódico la palabra fútbol como válvula de escape. Sobre todas las válvulas que leí sobresalía la de Andrés . Aunque es cierto que me gustó mucho la de Herzog e incluso la de mi buen amigo Pancho Ayala, la verdad es que Andrés superó con la suya a las demás. Claro que Andrés es un entendido. Ya saben ustedes que las palabras y culé son antagónicas -he querido decir antónimas-. Por eso escribió: "Me encuentro la mar de bien siendo de derechas y del Real Madrid. ¿Qué pasa? ¿Es que no puedo ser de derechas y del Real Madrid o qué? Pues claro que sí, Andrés, claro que sí. Si a mí me ocurre lo mismo. Pero tú te llevas bastante mejor que yo con el idioma inglés. ¡Te lo regalo! Prefiero entender solo la mitad de las cosas que leo.