A MOHAMED BOULAR, un señor marroquí que ha tenido la deferencia de dedicarme un artículo publicado ayer en EL DÍA, le agradezco dos cosas. En primer lugar, la delicadeza del lenguaje. Es una satisfacción no hallar en su prosa expresiones como manipulador, capcioso, tendencioso, elucubrador, retorcido, racista, prepotente, híbrido canario-catalán, aprendiz de brujo, escritor al servicio de la Capitanía General de Canarias -nunca me ha condecorado el Ejército español; ni siquiera me invitan a sus recepciones-, emperrado en ser españolista, paranoico, iluminado, predicador de secta, nostálgico del imperio y del franquismo, etcétera. Lo segundo que le agradezco a este defensor de la "marroquinización" de Canarias es haberme alegrado el sábado. En tiempos de tantas penurias, como lo son los actuales, no es frecuente leer cosas divertidas al hojear un periódico.

Me resulta un tanto difícil referirme a Mohamed Boular como si fuese alguien físicamente concebido, pues también estoy convencido de que tras su nombre se oculta, en un sentido nada peyorativo, un conjunto de personas. No obstante, aunque solo sea para agilizar el lenguaje, admitamos que Monsieur Boular es un señor de carne y hueso vestido con chilaba o a la europea. De una forma u otra, vamos allá.

El texto de Boular es divertido desde la primera línea pues dice que, según afirmaciones de quien esto escribe, su consulado en Las Palmas (entiendo que se refiere a la legación ubicada en la calle Pelayo número 14) supervisa los artículos que se publican en EL DÍA. Una premisa falsa y a la vez desternillante, dicho sea sin ánimo de ofender, habida cuenta de que solo he aclarado que mis artículos, los míos propios, ni los escribo en el consulado de Marruecos, ni consiento que me los supervisen allí. Lo demás lo ha dicho este señor, él sabrá por qué. Ciertamente no hay nada tan divertido como llegar a una reunión en la que hay veinte, cuarenta, cien personas -las que sean- subirse a una tarima, decir "aquí hay un individuo que es un tal y un cual" y ver como escasos segundos después alguien se levanta y le espeta "¿por qué dice usted que yo soy un tal y un cual?". Qué malas pasadas suelen jugar las conciencias intranquilas. "El que se pica es porque ajos come", dice un refrán español. ¿Existe uno equivalente en árabe? Si es así, agradecería que alguien me lo hiciera saber.

En la exposición que hace don Mohamed sobre la condición africana de Canarias y los canarios, sobre medianas, sobre el hecho -irrefutable según sus criterios- de que estas Islas pertenecen a Marruecos porque están dentro de su zona económica exclusiva y porque mientras sean la colonia de un país en bancarrota, además de periférico dentro de la UE, como es España, carecen de aguas propias no voy a entrar. Me remito a lo que escribí hace una semana y también al artículo -muy documentado- que publicó el pasado lunes en un diario local Fernando Ríos Rull. Deja "bonitos" a algunos promarroquíes de estos alrededores, pero al señor Ríos, de momento, no le van a replicar. A mí sí; luego les cuento el motivo.

Supongo que Fernando Ríos, activo militante del nacionalismo canario, no es un agente encubierto del colonialismo español. De igual forma, tampoco considero que actuase como un infiltrado de la metrópoli Juan Jesús Ayala, presidente del PNC en Tenerife, a la hora de redactar el artículo publicado por EL DÍA el 1 de marzo de este año, en el que hablaba de "la falaz modernidad de Marruecos" con datos tan sugerentes como el hecho de que, según las Naciones Unidas, esa nación ocupe el puesto 126 sobre 177 países considerados, que el 18,5 por ciento de los marroquíes vivan bajo el umbral de la pobreza -más de cinco millones subsisten con menos de un euro al día- que el sueldo mínimo legal no supere los cinco euros diarios o que la renta per cápita sea la mitad de la alcanzada por los tunecinos y los argelinos; por ejemplo. Esto, lo reitero, no lo dice un "odioso españolista", sino un muy bien informado nacionalista isleño. Una pobreza generalizada que no padece en absoluto el rey alauita, pues no en vano -sigo en el magistral artículo de Ayala- Mohamed VI posee una fortuna que supera con creces a la que disfrutan los emires de Qatar y Kuwait, aunque debe parecerle poco; de no ser así, no estarían algunos filo magrebíes tan interesados en que los canarios contribuyan en parte alícuota a la gloria del real tocayo del señor Boular. Por mi parte, y al margen de lo dicho por Ayala y Ríos, supongo que sería un gran avance para Canarias incorporar a nuestras leyes la norma de que si un mal nacido viola a una chica de 16 años, el castigo a su acción no sea meterlo en la cárcel hasta que le solucionen para siempre los problemas de estreñimiento, sino obligar a la chica a que se case con él hasta que, desesperada por su situación y los malos tratos, termine por suicidarse con matarratas. ¿Les suena el caso al señor Boular y a sus amigos? Acaba de ocurrir en ese moderno y avanzado país con el que, según propugnan, nos convendría asociarnos.

Sobra precisar que discutir con determinados señores sobre la magrebización de Canarias resulta una tarea tan ardua -o directamente imposible- como explicarle las variedades de Riemann a quien desconoce los postulados elementales de la geometría euclidiana. Me dicen unos amigos de Las Palmas, generalmente bien informados, que determinados señores se han propuesto sacarme de EL DÍA como sea. Por eso no se meten con Ríos y Ayala, sino conmigo. Les deseo suerte sin doble intención sino de verdad. Hace tiempo que estoy necesitado de unas cuantas horas libres para meterle las dos manos -así lo diría un cubano guajiro- a un ensayo más o menos serio sobre el nuevo independentismo canario y a una novela sobre el mismo tema. Obras ambas para las que tengo a un editor esperando ansiosamente los manuscritos. Hasta entonces, que Dios -o Alá- nos ampare a todos.

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