HACE pocos días, este periódico publicaba un artículo en el que no se elogiaba, sino todo lo contrario, la labor que está llevando a cabo el alcalde de Santa Cruz, José Manuel Bermúdez, de quien decía el escrito que empleaba su tiempo y su crítica en la persona de su antecesor en el cargo Miguel Zerolo. No es que Zerolo haya sido uno de los mejores alcaldes que ha tenido la capital tinerfeña, ni siquiera de los medianos, porque su gestión de 17 años en el consistorio ha tenido luces y sombras y en una población como esta, por la que han pasado alcaldes de la alta categoría de don Santiago García Sanabria, don Alfredo Amigó y otros varios que han puesto muy alto el listón del buen hacer, es difícil no solo superarlos sino, simplemente, igualarlos.

José Manuel Bermúdez fue un buen vicepresidente del Cabildo Insular de Tenerife y desempeñó con relativo acierto la Consejería de Turismo de la corporación. Y eso nos engañó a muchos. No es lo mismo ser un vicepresidente de un presidente que se defendía muy bien el cargo, hasta que dejó de portarse como mandan las normas de la seriedad y la corrección en la política, que pasar a gobernar un ayuntamiento bastante complejo en su misión, con grandes y difíciles responsabilidades. Y sintiéndolo mucho porque sé de sus esfuerzos y de su trabajo por llevar a cabo una buena gestión, tengo que decir que Bermúdez no es el alcalde que necesita Santa Cruz, y eso que tiene como segundo de a bordo a uno de los mejores políticos y brillante abogado, que es Julio Pérez Hernández, y creo, sinceramente, que si Bermúdez no tuviera al lado a Julio, a quien conozco y estimo casi desde que nació, habría sido muy distinto, por la parte negativa, su comportamiento en la Alcaldía.

A Bermúdez, posiblemente, no le faltan ganas, pero escasea de formación y de preparación, así como de práctica y veteranía en la gestión municipal.

El caso del barrio costero de San Andrés dio la medida de su ineficacia, y en eso queda aún el problema. Su proyecto de destruir una dársena portuaria para crear un espacio de ocio es otra equivocaicón, y ahí le queda pendiente un caso lamentable que acaba de hacer salir a la prensa la Comisión del populoso barrio costero de María Jiménes. La rehabilitación de lo que queda del Balneario de Santa Cruz, destrozado por un abandono de vergüenza cuando llegó a ser el más importante y casi espacio de baños de la ciudad, en el que la desaparecida Organización Sindical llegó a construir un hotel para los trabajadores afiliados a los sindicatos de entonces y sus familias. Esta vergüenza salpica al alcade que, por lo que se ve, ni siquiera ha puesto atención en ese abandono y en el vandalismo al que ha sido sometido por el gamberrismo santacrucero. Sinceramente, deseamos que la comisión del barrio de María Jiménez influya para que se lleve a cabo la rehabilitación de ese espacio, que también tiene historia en el deporte de la natación, en el que Tenerife ganó varios trofeos nacionales y hasta europeos.

Quisiéramos ver el alcalde Bermúdez entregado a este empeño, que mucho se lo agradecerá el pueblo entero de Santa Cruz. Y es hora de que realice una buena obra.