EL PASADO mes viajé a Colombia y Aruba, atendiendo una petición de los gobiernos respectivos, para participar en una compleja negociación, a propósito de la actividad de una gigantesca refinería de derivados petrolíferos asentada en la isla caribeña desde hace unos ochenta años. Esa refinería se instaló para el refino de petróleo de la vecina Venezuela y fue durante muchas décadas la única fuente de riqueza de la pequeña isla, que perteneció en el pasado al grupo de las llamadas Antillas Holandesas y hoy disfruta de un estatus político singular. Mantiene un vínculo con la corona holandesa, pero su gobierno ejerce una plena autonomía política y administrativa, con la única excepción de las relaciones internacionales y de la defensa, que siguen siendo responsabilidad holandesa. La mencionada refinería pasó pronto a ser explotada por compañías americanas y la actual titular de sus derechos de explotación anunció el cierre de sus actividades alegando su escasa rentabilidad económica.

Aruba inició un progresivo desarrollo turístico mediada la década de los ochenta y hoy es uno de los principales destinos del Caribe. Recibe cada año dos millones de visitantes, en su mayoría americanos y, en menor medida, de otros países de la zona. Con todo, la actividad de la refinería, que hasta hoy gestiona la multinacional americana Valero, representa un 15 por ciento de la actividad económica y genera un 10 por ciento del empleo en la isla, por lo que su cierre causaría un importante impacto socioeconómico negativo que el Gobierno de Aruba quiere evitar a través de la creación de un consorcio en el que participarían la colombiana Ecopetrol, entre otros, socios brasileños a través de Petrobras e inversores de capital chino. Ecopetrol podría ser equivalente a la española Repsol, pero a una escala muy reducida. Su actividad se circunscribe ahora al ámbito colombiano y su participación en el consorcio mencionado contribuiría a una cierta internacionalización de la compañía y a la apertura de potenciales nuevos mercados, además de convertirse en socio de un gigante del sector como es Valero. Además, el gobierno de Aruba ofrece a la petrolera colombiana la exploración y explotación de los yacimientos de gas y petróleo en la plataforma marina circundante.

Por la noche, durante la cena, pregunté al primer ministro de Aruba, el Sr. Mike Eman, si lo que he resumido en el párrafo precedente había tenido algún tipo de rechazo por parte del sector turístico y de los activos grupos ecologistas, que en este aspecto tienen una clara inspiración holandesa. "¿Por qué?" fue la respuesta del primer ministro, sorprendido por mi pregunta. Son actividades complementarias y compatibles que conviven sin conflicto alguno, argumentó el Sr. Eman. "Prospecciones como las que queremos hacer en Aruba", añadió, "se realizan en todo el Caribe y otras zonas del mundo, como Brasil, México, y en la misma California, que son algunos de los más visitados destinos turísticos".

El relato de esta experiencia me trasladó, claro, a la situación que sobre algo muy parecido estamos viviendo en Canarias desde hace unos meses. No son situaciones absolutamente iguales, pero tienen en común la existencia de dos actividades económicas que en Aruba, y en todo el mundo, conviven pacíficamente y que nosotros hemos convertido en el principal conflicto que ahora mismo padecemos en Canarias, al menos en términos políticos y en un determinado sector de la opinión pública, en un paradigma de la forma de hacer las cosas que nos caracteriza. De mal hacer, para decirlo con mayor propiedad. Ante un determinado problema nuestra primera reacción es enzarzarnos en un griterío que alimenta una polémica tan estéril como innecesaria, en lugar de razonar, dialogar y negociar para encontrar una solución aceptable para todos, o al menos para la mayoría.

No voy a insistir en argumentos a favor y en contra de las prospecciones que la multinacional española Repsol pretende realizar en las aguas que don Paulino Rivero llama canarias, ya autorizadas por el Gobierno de España. Agradezco y comparto las opiniones de un grupo de científicos, publicadas en estas páginas hace una semana. "Científicos avisan de que el debate sobre las prospecciones está contaminado", titulaba EL DÍA. Y añadía que "científicos y expertos alertan de que los principales agentes con poder de decisión e influencia en materia energética desvían la atención sobre lo que en verdad interesa del eventual aprovechamiento del petróleo que pueda haber en Canarias. Los partidos temen a una opinión pública capaz de castigarlos con el voto". ¡Ah, el voto! El pasado 3 de enero en la prensa de las Islas se publicó una reseña del primer encuentro entre Rivero y el ministro Soria, según la cual el primero habría pedido al ministro incluir un gravamen en la futura reforma del REF para que las prospecciones petrolíferas beneficien a las Islas. Y el vice Pérez, socialista, decía en unas amplias declaraciones recogidas en la edición del 1 de febrero de 2011 en un periódico de Las Palmas que "el PSOE haría prospecciones con los ojos cerrados", para añadir que "es un error del diablo que las administraciones no se pongan de acuerdo para permitir las prospecciones (...)". Y terminaba afirmando: "Yo iría a por ellas con los ojos cerrados". Entre la incoherencia que demuestran estas informaciones que reproduzco literalmente y la falta de principios, hay una tenue distancia; y entre la falta de estos y la demagogia no acierto a ver la diferencia. Una demagogia que se ha desatado con absoluta falta de escrúpulos. Aquí, en estas páginas, un personaje con pretendida apariencia intelectual del que se desconoce aportación académica o profesional de relevancia alguna, se posicionaba en contra de las prospecciones y acertaba a enhebrar sus argumentos con trabajosa sintaxis, para terminar con la siguiente afirmación: "(...) pudiera suceder que no solo sea el turismo lo que está amenazado, sino que hasta se pudiera ver sobrevolar por el espacio aéreo canario algún que otro cazabombardero marroquí". ¡Toma ya! Pero no se alarmen; quien esto escribía se beneficia de un enchufito en el poder establecido, en virtud del cual es nada menos que responsable político de la "Guanchancha", nuestro prestigioso cuerpo de la policía canaria, de manera que en caso de invasión marroquí nuestra seguridad está garantizada.

Así que, queridos lectores, estos son los mimbres que tenemos para salir del fondo del pozo en que nos encontramos. Los que somos creyentes rezaremos; y quienes no lo sean, tengan confianza en que don Paulino, con la ayuda de Greenpeace, aliviará las atribuladas horas de nuestro presente.