Perdone usted, querido lector, el titular, quizá algo facilón. Pero reconózcame que, en esta semana a la que algunos aún llamamos santa, el Gobierno, y de rebote todos nosotros, hemos vivido un auténtico Vía Crucis: hasta Sarkozy, lanzado a las angustias de su difícil campaña electoral, nos ha puesto a los españoles en la picota, después de que lo hicieran el presidente del Banco Central Europeo, Draghi, varios expertos en mercados y, por supuesto, esas viejas damas grises -y salmón- que son los grandes "popes" en papel periódico. Uno de ellos, el Wall Street Journal, creo, decía hace algunos días que Mariano Rajoy tenía el oficio menos envidiable del mundo. Yo también lo creo; ahí es nada, tener que enviar a tu ministro de Economía para que, en un diario alemán, empiece a sugerir futuras reformas en las hasta ahora intocables sanidad y educación, pilares del Estado de bienestar.

A veces, cuando ves a media España de vacaciones, te entra la tentación de sugerirte a ti mismo que esto no debe ir tan, tan, mal como nos dicen el Gobierno o los que mandan en la UE (y aquí). Claro que no hay más que echar un vistazo a la otra mitad del país, esa que añade cada día mil parados más a la lista, para darse cuenta de que puede -puede- que sea necesario tanto recorte; lo que ocurre es que no nos lo explican demasiado bien, y entonces las demagogias, las protestas legítimas y sinceras, las tensiones, se multiplican. Ya se ha dicho alguna vez que este es un país que se halla máximamente tensionado, crispado, entre quienes todo lo achacan a la difícil situación heredada y quienes aseguran, olvidando el pasado inmediato, que ellos lo habrían hecho mejor si ahora estuviesen en el poder. Y esas proclamas, que tanto tienen de falso por ambas partes, han contribuido, me parece, a añadir pasión a la semana de pasión.

Me considero un optimista impenitente, pero tengo la impresión de que lo peor va a venir ahora. ¿Alguien duda de que tiene que llegar el copago sanitario -y si tiene que llegar, que llegue, pero basta de agonías-? ¿Alguien se atreve a poner en cuestión que las euroexigencias van a seguir y seguir, y que ello llevará a dar pasos que ahora se niegan, como una subida del IVA o nuevos recortes en educación? Los españoles somos un treinta o un cuarenta por ciento -según los cálculos y de dónde vengan- más pobres que hace tres o cuatro años y estamos a punto de dar un salto hacia atrás en materias como investigación, cultura, infraestructuras o influencia exterior que algunos cifran en entre quince y veinte años. Un país que ha entrado en un ranquin diferente, inferior. Yo comprendo, ante estos datos, que Rajoy se resista a comparecer ante los medios de comunicación para decir algo así como "estoy haciendo lo que puedo, lo que me permiten hacer; ¿no ven que para mí todo es semana de pasión?". Y a mí, simple periodista, nada se me ocurriría reprocharle, sino tan solo formularle una pregunta: ¿y cuándo cree usted, presidente, que llegará nuestro Domingo de Resurrección?