LA MUERTE de Antonio Mingote -el "Goya de nuestro tiempo", como lo he llamado en alguno de mis libros- ha producido un torrente de literatura sobre su figura. Sería interminable resumir los calificativos, los rasgos de su vida, y no digamos de su humor (nunca negro, nunca "censurable", siempre tierno), de sus amistades, de sus premios, de sus andanzas en la Guerra Civil española, de su estado de ánimo en los últimos años, o de su talante castrense como teniente coronel retirado, entre otros aspectos. Tantos y tantos datos o semblanzas las reiteraría aquí, con algunos detalles más, fruto de una entrañable amistad, natural, "darocense", que él llevaba en el corazón, hasta el punto de que al ser propuesto para un marquesado, el título y el lugar, lo diseñó él, el de "Daroca", cuyas tierras, murallas y torres incorporaba en las viñetas y dibujos en la prensa, y especialmente cuando había un mensaje profundo.

Dicho esto, quiero con estas líneas acercarme a algo que no se ha podido, o sabido, subrayar bien. Porque la muerte de Antonio Mingote ha centrado todo, y singularmente en Abc. Mi recuerdo ha ido en especial, y así se lo expresé en una breve conversación, tras los saludos de Mayor Oreja, con su viuda Isabel, en los Jardines del Retiro, de Madrid, en el que por cierto se le hizo un homenaje popular por los veinticinco años en Abc.

Mingote, con todo su arsenal de historia de España, habrá entrado en la gloria, y su padre, Ángel Mingote, su gran padre, le habrá abierto la puerta. Hombre bueno, religioso, terciario dominico, "carlistón", como mi padre. Habían estudiado juntos en el colegio de los PP. Escolapios, de Daroca (Zaragoza), un centro que llegó a tener Estudio General. Como ocurrió con otros ilustres aragoneses, como Goya, Camón Aznar, Legaz Lacambra, Pedro Ciruelo (preceptor de Felipe II), Ildefonso Manuel Gil, Navarro Rubio, etc. La Escuela Pía tenía un sentido integral de la educación, como germen de la propia personalidad, cualquiera que fuera el origen del alumno. Ángel Mingote, los "Mingote", procedía de una familia trabajadora de artesanos, labradores y comerciantes. Los escolapios le despertaron hacia la música y la pintura. En la ciudad de Daroca, ciudad "frontera", como la calificó Manuel Pizarro, y ciudad de los Sagrados Corporales, amurallada, con siete parroquias, siete iglesias, siete conventos, siete ermitas, siete puertas, siete castillos, siete fuentes, se encontraban siete órganos antiguos. Pero el colosal era el de la colegiata -de las más antiguas de Aragón-, considerado como uno de los mejores de Europa, y de aleaciones alemanas, difíciles de repetir. (De ahí los conciertos internacionales de música antigua, que tienen lugar todos los años en el mes de agosto).

Mingote, además de director de la banda de música municipal, era compositor. Y tenía a su disposición, especialmente, los órganos del colegio los Escolapios, el del monasterio de Nuestra Señora del Rosario, de las MM. Dominicas, y el de la colegial. Con una religiosa dominica de clausura, sor Teresita del Niño Jesús, hoy ya venerable, escribía partituras, cuyas letras provenían de aquellas (y que se conservan). Cuando el sacristán de la colegial estaba ausente, mi padre le daba al fuelle, pues entonces no existía la mecanización actual. Juntos asistían a la devoción de la Adoración Nocturna, y don Ángel le animaba con canciones. El coro de la ciudad se sigue llamando actualmente Coral Ángel Mingote. Luego fue catedrático del Conservatorio de Madrid, y juntos, y yo con ellos, eran asiduos de la Casa de Aragón en Madrid.

Naturalmente, llevaría a su hijo Antonio, único varón (la hermana se llamaba Mercedes). No le iba mal la música. Pero el P. Senante -a quien yo conocí-, que era profesor de la asignatura, le enseñó a dibujar. Les hizo la prueba de unas verticales, horizontales y curvas. E improvisó la cara de una figura humana. En cuatro trazos, Antonio Mingote y el P. Senante se seguían felicitando.

Nació en Sitges, porque su padre había sacado un concurso de organista, como luego obtendría otros a su favor en Teruel y Calatayud. Pero Antonio tenía metidos los ojos y el corazón en Daroca, en donde radicaban los "Mingote". Daroca le nombró hace bastantes años Hijo Predilecto distinguido en una sesión solemne del Ayuntamiento. Alfonso Ussía y nosotros apuntamos expresamente al marquesado de Daroca. El propio Antonio así se lo manifestó al Rey. Y no por el pesimismo de los de Daroca, como ahora, unas horas de fallecer, el citado Ussía presentía, en un artículo. Al contrario, a Antonio Mingote le hubiera gustado trasladar a un dibujo su propia trascendencia. Y lo hubiera hecho con el humor e ironía, naturales del que siempre dio muestras. Y se lo hubiera mostrado, como si tal cosa, a su padre Ángel. No en vano, su nombre completo era Ángel Antonio Mingote Barrachina.