IGNORO si Flora Marrero, diputada regional de CC, quería agradar a algún líder de su partido cuando aventuró que Mariano Rajoy no se atreverá a venir a las Islas el próximo verano "porque no será bien recibido". A lo mejor solo lo dijo para hacerse la graciosa o, vaya usted a saber, para conseguir un par de titulares en la prensa local. Qué más da. Parece, eso sí, que la declaración implícita de persona non grata contra el presidente del Gobierno central tiene que ver con la supresión de la aportación estatal, una más, para rehabilitar espacios turísticos (cincuenta millones de euros previstos para este año, finalmente anulados en los Presupuestos del Estado), pues ese era el asunto que se debatía en una comisión del Parlamento de Canarias cuando la señora Marrero accedió a sus quince segundos, que no quince minutos, de gloria; aunque tampoco eso importa mucho.

Cabría preguntar quién es Flora Marrero para desaconsejar la visita a Canarias no ya de un ciudadano español, libremente autorizado a moverse por su país mientras no esté en la cárcel por decisión judicial, sino de cualquier ciudadano europeo; al menos mientras Francia y Alemania no se salgan con la suya y se restablezcan los controles fronterizos suprimidos hace veinte años. ¿Quién es la señora Marrero? Pues, una respetable diputada por el simple hecho de haber sido elegida por el pueblo. El mismo pueblo canario que optó por Mariano Rajoy y su partido con más votos que los recibidos por Coalición Canaria y ella misma. Tan legítimo el uno como la otra. ¿Por qué olvidan con tanta frecuencia este detalle, en absoluto baladí, quienes militan en el nacionalismo regional y poseen un cargo político?

Trivial pregunta de inmediata respuesta: porque se consideran los dueños del Archipiélago. La voz de Canarias en Madrid no la tienen los nueve diputados nacionales del PP y los cuatro del PSOE, sino los dos de CC. Dos que en realidad es una, puesto que Quevedo va por NC; el partido de Román Rodríguez que no se sabe bien lo que es ni donde está, porque muda al mismo ritmo que las conveniencias de su líder. Lo mismo podemos decir del Cabildo de Tenerife con respecto a esta Isla, o del Ayuntamiento de Santa Cruz si hablamos de la ciudad en la que se edita este periódico. Lo que no está en CC no es canario porque si fuera canario estaría en CC. Y al que no lo entienda, o no lo dejamos entrar, o lo echamos si ya está aquí.

Lo estamos viendo estos días con los ataques a Madrid por la merma del dinero que viene de allá. Cuántos males a causa de los Presupuestos. Eso sí, aquí seguimos, entre otras cosas, con una Televisión autonómica que cuesta decenas de millones al año para que algunos amigos del presidente ingresen sueldos de ministro. Verbigracia, uno que alcanzó su mayor aura profesional una noche en la que elegían a la reina del Carnaval cuando, en un arrebato de originalidad propia de un Larry King vernáculo -o belillo-, dijo aquello de "... y la reina es...". Eso por no hablar de vuelos en helicóptero al módico precio de 950 euros la hora, ni de mantillas o peinetas para la primera dama. A cuántos, y no precisamente a Rajoy, habría que confinar en la orilla del monte para que estas Islas salgan adelante.

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