1.- El rey es un valiente. Yo he sido muy crítico con lo de Botswana; y lo volvería a ser. Pero hay que ser muy valiente para enfrentarse a una cámara de televisión, siendo el rey, y decir: "Lo siento mucho; y no volverá a ocurrir". Confieso que me emocioné, porque no lo esperaba; al menos no lo esperaba así. En estos días, el rey ha dado un mal ejemplo. Pero estábamos acostumbrados, en la historia, a que fueran los súbditos los que pidieran clemencia a los reyes. Las redes sociales y su presión tremenda han obrado el milagro: ahora es un rey quien le pide a su pueblo que lo perdone: "Lo siento mucho; y no volverá a ocurrir". El rey se nos ha hecho humano, ha bajado los peldaños del trono y se ha colocado a ras de clínica, al mismo nivel que su extrañado pueblo. Ya no matará elefantes ni viajará de baracalofi con amigos y amigas indeseados. Su discurso, de sólo unas cuantas palabras, me ha convencido. Quiero volver a creer en la monarquía cercana, alejada de los lujos, rodeada de buenos asesores y no de malos amigos; y convertida en familia ejemplar. Será difícil, pero quiero volver a creer en todo eso.

2.- Porque lo más grande de este país es la libertad que tenemos para expresarnos, incluso en los asuntos más espinosos. Se ha demostrado estos días. Hablan libremente -y alocadamente- hasta los analfabetos de los programas del corazón, aunque no digan más que disparates. La libertad de expresión y de información está por encima del honor, de la intimidad y de la propia imagen, cuando afecta a personajes públicos, según los tribunales. Y también está por encima de la monarquía. El rey ha recibido, tras su mal rollito, una lección de libertad de expresión. Y la ha encajado muy bien: "Lo siento mucho; y no volverá a ocurrir". Confieso que me ha gustado. Y además tuvo la humildad de dar las gracias a los periodistas por su trabajo. Y olé.

3.- ¿Va a ser todo como antes? No lo sé. Evidentemente, el monarca ha perdido parte de su autoridad. De su comportamiento futuro dependerá que la recupere. Pero es cierto que el rey, cuya vida privada se airea ahora en el extranjero, es un gran embajador de España y un hombre inteligente y capaz que ha prestigiado a su país en todas partes. Conocer y airear los pecados de los en un país donde se borbonea tanto no me parece grave. Los tienen defectos, pero también muchas virtudes. Yo quiero volver a sentirme cómodo con este rey, que nos ha dado bastantes más alegrías que tristezas, aunque en los últimos años se le había aflojado un poco el ánimo. Ya ha pedido perdón.

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