QUERIDO rey Juan Carlos: Majestad..., usted me ha conmovido. Escuchar su petición de perdón nada más salir del hospital me dejó desarmado. Siempre he sido un poco gilipuertas con las cosas del corazón. Se me pone enseguida "la gallina de piel" -que diría Johan-. Qué le vamos a hacer. Muchos se empeñan en decir que si todo está escrupulosamente estudiado y ensayado. O es un actor consagrado o va a ser que dijo lo que realmente siente.

Ya sé que acerca del rey conocemos lo que el jefe de prensa de la Casa Real considere oportuno, pero usted, Majestad, se ha saltado el guion y los protocolos cuando le ha apetecido. Desde el "por qué no te callas", que tanto nos gustó a todos, confieso que le siento mucho más cercano. Más azul. Más castizo y campechano. Y, la verdad, si tengo que tener un rey lo prefiero así..., cómo diría..., más humano.

Sabe usted que mandar mensajes de austeridad, concienciación, solidaridad y empatía exige una conducta paralela, pues, si no, usted sería un político más de los tantos que tenemos que padecer.

He oído a gente decir que el rey es libre de gastarse su dinero en lo que quiera cuando quiera y sin dar explicaciones mientras que lo pague de su bolsillo. Yo también lo creo, pero es que usted es más mujer del César que nadie. Serlo y parecerlo. Dese cuenta, Majestad, de que al que se lo está poniendo chungo, chungo, es al Príncipe. Que es verdad, hambre -sea o no sea rey- no va a pasar, pero calcule que lo de la corona no está tan claro.

Al margen de aspectos más o menos estéticos, hay una cuestión de fondo en su episodio con los elefantes. La sociedad española, que ha madurado bastante más que sus representantes políticos, está en condiciones de debatir abierta y serenamente sobre el modelo del Estado. Siempre hay oportunistas, claro, que aprovechan un resbalón para intentar cobrarse las piezas más difíciles. Pero la sociedad se ha despojado de algunos fantasmas y tabúes para hablar de determinadas cosas. Hay ya varias generaciones de nuevos españoles para las que la república no trae ecos de enfrentamientos encarnizados. La república es, sencillamente, otro modelo civilizado de organización política.

La monarquía que usted encarna ha sido muy útil y necesaria en momentos delicados de la salida de la dictadura, pero hay rentas que se van acabando. Pese a que hay también varias generaciones de españoles para quienes aún pesan más los beneficios que los anacronismos. Y no le quepa duda, Majestad, de que entre los que apoyan a la corona hay más -o al menos tantos- juancarlistas como monárquicos. Que no es lo mismo.

Si quiere ayudar a don Felipe, haga que la Casa Real sea más permeable al escrutinio de la opinión pública. Y que los únicos velos sean los que cuelguen en las dependencias de palacio. Majestad, me temo que su perdón no basta pero se agradece.

Ah, una última cuestión. Le pediría por favor que, cuando tenga ocasión, le explique a algún político oportunista la diferencia -además de las obvias- entre una liebre, una perdiz y un elefante. Más que nada, pa'' quedarme yo también tranquilo.

Feliz domingo.

adebernar@yahoo.es