LOS ANALISTAS se preguntan qué le sucede a la economía española. Se llevan aplicando medidas de corte conservador desde hace un par de años, desde que Zapatero pegó el volantazo en 2010, y que ahora se han acelerado con frentes indiscriminados abiertos en la reducción y ajuste de la Administración para el déficit cero, en la capitalización y purga del sector financiero, en la desvalorización del factor trabajo o en la dosificación del Estado del bienestar, con reformas intentando integrar y a la vez atacando a la economía sumergida, y así sucesivamente en políticas económicas destinadas a poner coto a la desconfianza que nos castiga por el alto endeudamiento privado, ya debería intuirse algún rastro de los famosos brotes verdes. No es de recibo la cifra (en aumento) de parados, el descenso continuo del consumo, el patinazo en el déficit comprometido con Europa o la escasa repercusión de la revolucionaria reforma laboral.

El último informe de la Fundación de Cajas de Ahorros mantiene las perspectivas de evolución en el -1,7%, pero recorta sus previsiones para 2013. En vez de crecer dos décimas, creen que, como los cangrejos, volvemos a retroceder, esta vez un 1,5%.

El retorno de las tensiones se materializó nuevamente a mediados de marzo, situándose España en el centro de la tormenta. Italia, aún en acoso y derribo, ha reaccionado mejor. "El desapalancamiento de los agentes privados, el ajuste del mercado inmobiliario y el saneamiento de las entidades financieras son procesos que siguen en marcha, manteniéndose mientras tanto las exportaciones pero con una demanda nacional en estado de postración".

No hay síntomas de luz al final del túnel. Las cifras de Funcas llevan hasta los seis millones de parados a nivel estatal y en Canarias ni te cuento; hablan de que es imperioso estimular el crecimiento, pero nadie acierta a iluminar cómo hacerlo.

Porque gorgojeamos en un bucle o espiral en barrena negativa en la que se reducen los ingresos de las personas y como resultado inmediato se disminuye el consumo, aumentan las morosidades, se dispara la pobreza y, consecuencia de ello y por mucho que se suban los impuestos, baja la recaudación y volvemos a empezar sin llegar a cubrir el déficit inicial.

No obstante, ahora mismo hay gente que cuenta con dinero y ganas o preparación suficientes para lanzarse a una aventura empresarial pero que pospone su decisión, primero, porque el panorama es tan turbio, el acoso público tan grande, que no es que le aconsejen a la prudencia, sino que le obligan a ella, y segundo, porque el hueco de mercado o diana en la que impactar es lejana y milimétrica.

A esto último voy. Como mínimo, agranden el blanco. El sector inmobiliario, la construcción y todo lo que la rodeaba copaba porcentajes relevantes del PIB, algo así como el 30%, y como ya sabemos se desplomó y precipitó, sin remedio, al vacío. Lo grave es que el resto de sectores -en mi opinión esta es la clave-, exceptuando el decadente -porque les da la gana- primario y, sobre todo, el terciario o de servicios, ya habían sido cubiertos con el aterrizaje masivo de capitales y empresas foráneas, multinacionales, cadenas, centros comerciales, franquicias...

Si no se abren nuevos horizontes y no permiten espacio para crear cosas distintas que bares, cíber, tienditas voluntariosas, liliputienses con ordenador y empresas agresivas de ventas, seguiremos patinando como en ese juego de la silla en el que se va quitando una, pero con la particularidad de que hay siete gordos que se han sentado ocupando cinco sillas por barba. Claro, no es que falte una, sino veintinueve.

El crecimiento de las grandes superficies ha sido tan desmesurado al amparo de las leyes liberalizadoras que ha causado un resultado perverso, haciendo aflorar oligopolios que controlan cualquier atisbo emprendedor y que perjudican al pequeño y mediano comercio produciendo una fuerte incidencia en las producciones locales de mercancías, que ven cómo los precios los fijan ellos.

Los instrumentos que tenía, en su arrinconamiento, Canarias, como el REF o sus compañeras la RIC o la ZEC, no son suficientes ni sirven en sus formatos actuales para reactivar el tejido productivo con parálisis múltiple y al que el sector turístico, tal y como están los tiempos, no va a aportar ni un euro más. Al contrario.

O ponen más sillas -en Canarias caben muchas- o se obliga a los gordos a hacer régimen.

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