"La Doncella de Orleans", Juana de Arco, es uno de los personajes más conocidos de la bella Francia, que hoy en día, en sus rotaciones a la presidencia de la República, decide el futuro de Europa. La angelical guerrera luchaba con éxito contra el dominio inglés, derrotándoles en la batalla por la ciudad que le dio su nombre e hizo coronar rey a Carlos VII en Reims (1429). Hecha prisionera en la batalla de Compiegne, fue ejecutada por los ingleses en Rouen por el más cruel de los métodos: la quema en la hoguera en la plaza pública. Corría el año 1431.

1950. Tiempos difíciles en España. Se acaba el aislamiento. Rita Hayworth, "Gilda"; Ava Gardner y Frank Sinatra nos visitan. Nace el tren articulado Talgo y el automóvil Seat; tres jóvenes universitarios piden permiso oficial al jefe falangista Jordana de Pozas en su despacho oficial, sito en la calle Alcalá de Madrid, para trabajar en Rouen (Normandía-Francia) durante el verano como obreros de la reconstrucción de una ciudad destruida por los bombardeos americanos -excepto la bella catedral- contra las tropas alemanas de la Wehrmacht dirigidas por el famoso mariscal Erwin Rommel, el "Zorro del Desierto", disidente más tarde de las locuras de Adolf Hitler, que le mandó suicidarse (1944) para poder así salvar a su familia. De niño habíamos podido contemplar a los soldados alemanes en el puente internacional de Irún-Hendaya. Después del día D, 16 de junio de 1944, las playas normandas de Omaha, Utah, Sword y Juno habían visto a más de un millón de combatientes en el desembarco más atrevido y mayor de la historia.

Al atravesar la frontera los jóvenes españoles parecen encontrarse en otro mundo. Primera sorpresa: un panadero repartiendo el pan en una furgoneta Citroën. Una noche en París, cerca de la plaza Pigalle, y un nuevo tren que nos deja ya anochecido en la ciudad de Rouen junto al río Sena. Dormimos como pudimos en un banco de madera hasta que un amable gendarme se interesó por aquellos desgraciados. Al día siguiente, encontramos el campamento que fue militar y nuestro destino laboral: acarrear cientos de carretillas de hormigón para la construcción del cine L''Omnia en la rue de la Republique, del centro de la ciudad. Ni que decir que algún obrero de la zona nos saludaba riendo y llamándonos fascistas. Pero todo fue una grata experiencia hasta la invitación a las noches rojas de Rouen, que celebraba el Partido Comunista en el bosque de Petit Querilly. Me llevé una bandera soviética. Prueba de que estuve allí.

José Luis Montesinos Sánchez-Real

La utopía de una sociedad sin clases

Marx consideró al comunismo una evolución del capitalismo, el cual se hace insostenible debido a las crisis, la saturación del mercado y la lucha de clases. Con el comunismo, Marx habla de la abolición de la propiedad privada, que acabará con la lucha social, que ha sido el motor de la historia y, por tanto, traerá el final de la propia historia, y con ella se disfrutará de paz, igualdad y libertad.

La lucha de clases ha existido siempre: entre esclavos y amos, siervos y nobles, proletariado y burgueses, etc. Siempre ha habido una lucha entre opresores y oprimidos que ha permitido la evolución social a lo largo de la historia. Los motivos siempre han sido las mejoras de las condiciones de vida, el aumento de un salario acorde con el trabajo realizado, la libertad y los derechos, entre otras cosas.

A pesar de que siempre se ha luchado por la idea utópica de un reparto equitatitvo de los bienes y la propiedad (motivo de revoluciones y guerras de diferente tipo desde que el mundo es mundo), nunca se ha conseguido tal y como el comunismo de Marx propone.

Son tantas y tantas las contradicciones que parece que el comunismo de Marx es el tipo de gobierno ejemplar, pues si toda la riqueza fuera compartida podríamos actuar en igualdad de condiciones y ser felices y libres. Acabar con los gobiernos dictatoriales que oprimen al pueblo, con aquellos que actúan bajo el capitalismo, con la lucha de clases que nos encuadra a cada uno en un escalafón de la sociedad y luchar por una vida sin diferencias es hoy en día, y creo que será siempre, una utopía. ¡Pero qué bella utopía!

Gabriel Regalado Fernández

(Los Realejos)