ESPAÑA, incluida Canarias, puede presumir de contar con unos políticos altamente cualificados para afrontar cualquier tipo de crisis sin alterar el normal curso de "su" vida política, para lo cual utilizan un método que no se estudia en las más prestigiosas universidades del planeta, sino en aquellos foros donde se fraguan embrollos reservados a los líderes correspondientes para que se encarguen después de aderezarlos con los más multicolores argumentos. Todos coincidirán en un vértice legal y fraudulento llamado austeridad. Para llegar a esta conclusión parece que, luego de sesudos estudios, el camino correcto está trazado desde hace siglos, y no es otro que... subir los impuestos. Nada importan las personas y sus circunstancias, solo el nivel de rentas al que se pueda aplicar un tributo, dejando al margen todo tipo de consideraciones sin ni siquiera poner en la balanza algo que últimamente se ha perdido en las gavetas de los economistas: el poder adquisitivo. Poder adquisitivo que, año tras año, legislatura tras legislatura, mengua de forma grave en aquellos salarios ignorados por la banca y que tanto influyen en la marcha de ese millón doscientas mil familias que lo están pasando francamente mal en estas tierras canarias. Únicamente doscientas mil llegan holgadamente a final de mes. El resto, seiscientas mil, están, simplemente, en la pobreza severa. Y se sigue hablando, con alegrías, de austeridad.

El presidente del Gobierno de Canarias continúa desviando las responsabilidades de la situación hacia Madrid. "El Estado ha colocado a los canarios (a todos no, apuntamos) en la tesitura de realizar enormes sacrificios para mantener el nivel y la calidad de los servicios que reciben. Los presupuestos estatales no nos dejan otra opción. Nos han obligado a buscar nuevos ingresos que permitan compensar, en alguna medida, el injustificado recorte que nos han infligido".

Es una declaración de un político que pertenece a un partido que lleva gobernando en Canarias, en solitario o con pactos, desde la llegada de la democracia y que, con los tentáculos poderosos que proporciona arrimarse a los potentados, se ha mantenido en la política que hechiza, es decir, aquella que desnorta, la que le ha proporcionado una experiencia que muy pocos poseen, pero, a la vez, lo ha alejado de una realidad que está en la calle y no en aquellos beneficiados (partido esquela) que le dan la palmadita en la espalda acompañada del hipócrita pero agradecido "¡qué bueno eres, Paulino!". La última EPA, 360.000 parados en Canarias.

Y el presidente se equivoca, o sus asesores han provocado el error, al anunciar una serie de medidas dedicadas, como no podía ser de otra manera, a los que menos tienen a través del IGIC. El Impuesto General Indirecto Canario, el equivalente al IVA peninsular, influirá, como su misma denominación lo advierte (general), en todo producto que se consuma en las Islas. Sube el transporte y surge la cascada de precios. Desde un preservativo hasta un pasaje de avión, pasando por una lata de espárragos y terminando por un cortado, todo, absolutamente todo, costará más. Hay dos disposiciones esbozadas para hacernos precipitar en la trampa de las demagogias, y son las que pretenden gravar a los bancos y a las grandes superficies. Una infantil maniobra que nadie, sin ningún esfuerzo intelectual, digerirá. Las entidades financieras y los hipermercados ya se encargarán, con esa sabiduría que los caracteriza, de que estos impuestos los paguen los incautos que usen y visiten sus instalaciones. Esto es, el aumento del Impuesto Indirecto al 7%, que significa, nada más y nada menos, que ¡un 40%! en todo el enjambre del gasto común.

Este estado de las cosas, sobre todo en Canarias, tiene su origen en las votaciones para los Presupuestos Generales del Estado de 2010. El presidente canario se ha contagiado del síntoma del olvido (no amnesia), pues ha dejado de guardar en la memoria aquella sesión parlamentaria que pudo significar el fin del gobierno de Zapatero y, por ende, que la situación económica actual no hubiese llegado al deterioro insultante y humillante por la que atraviesa el país (5,6 millones de parados). Sin embargo, gracias a sus órdenes transmitidas a la miniavanzadilla neonacionalista en el Congreso (Oramas y Perestelo), con la consigna de votar a favor por un "sentido de Estado", el disparate continuó y en este momento al Sr. Rivero no le queda otro camino que comenzar a aprender a gestionar la pobreza.