RECURRO al refranero popular para pergeñar mi reflexión semanal en voz alta. Corregir es de sabios y de necios persistir en el error conocido y asumido. También es cierto que quien no yerra no aprende. Nuestros fallos han de servirnos para evolucionar, avanzar y progresar, y no estoy seguro de si realmente hemos aprendido las lecciones que nos ha dado la historia reciente. Si bien no soy el más indicado para exponer estas modestas impresiones personales, les suplico sean comprensivos en lo que pudiera ser una muy sugestiva interpretación del acontecer de España en los últimos ochenta y un años desde el punto de vista político.

No pretendo que coligan conmigo en la exposición de lo que considero errores de la sociedad española de los siglos XX y XXI. España erró en 1931 cuando dio la espalda a la Monarquía y proclamó la II República el 14 de abril sin una consulta explícita en referéndum (se dio por bueno el resultado de las elecciones municipales de entonces), lo que, posiblemente, pudiera haber visto viciada su legitimidad, hasta tal punto de que sus desvaríos y contradicciones condujeran a un callejón sin salida en el contexto de una Europa convulsa que luego sucumbiría ante la expansión de la Alemania nazi, y cuyos prolegómenos los sufriría el pueblo español en carne propia con el golpe de Estado del 18 de julio de 1936, la Guerra Civil y la Dictadura. Desconozco qué hubiera pasado si el rey don Alfonso XIII no hubiera elegido la senda del exilio y abandonado a sus súbditos.

España fue una especie de laboratorio de lo que, a gran escala, se sucedería en Europa entre 1939 y 1945, pero con diferente resultado. Mientras el Viejo Continente, a partir de los Pirineos, se sobrepuso al flagelo de la guerra y emprendió la senda de la recuperación y el crecimiento, con el socorro inicial del Plan Marshall, España se recomponía bajo la autarquía y el totalitarismo del régimen de Franco, pasando por sus polos de desarrollo, adoptando un modelo económico "sui generis", donde paradójicamente se impulsaron las bases de lo que conocemos hoy como el Estado del bienestar y se implantaron instrumentos de protección social a través del denostado sindicato vertical, que sirvió entonces de herramienta en el arbitraje entre la patronal y los trabajadores, en un marco de escasez de libertades públicas y de garantías jurídicas. Hoy las grandes centrales obreras actúan como auténticos "verticatos" o sindicatos verticales, aunque no cuestiono el papel que desempeñan desde el punto de vista legal.

Un modelo económico con fecha de caducidad, como se puso de relieve con la crisis del petróleo de los años setenta del pasado siglo, con los primeros síntomas de agotamiento que se evidenciaron en la firma del Pacto de la Moncloa, con el gobierno de Adolfo Suárez, en plena transición política. Todavía hoy perduran algunos aspectos en las relaciones laborales, aunque bien es cierto que se han ido limando a través de las sucesivas reformas de los diferentes gobiernos desde la transición hasta ahora, que todavía mantienen su rigidez, que se pretende corregir en un escenario de crisis económica severa.

España se equivocó cuando no respaldó con una mayoría cualificada al primer gobierno de la democracia que le hubiera permitido conjurar las sombras del pasado y emprender la adaptación del país a los parámetros del resto de Europa, y se equivocó al extender un cheque en blanco a las sucesivas administraciones socialistas, desde Felipe González a José Luis Rodríguez Zapatero, porque fueron incapaces de gestionar con rigor los sucesivos ciclos de crisis económica o de adelantarse a los acontecimientos con medidas de ahorro en los momentos de bonanza, y una de las pruebas sangrantes de lo que señalo está en la constatación del déficit público del Estado del 8,51% con que se cerró la gestión económica socialista, según datos de la Unión Europea. ¿Estaba España en condiciones óptimas para ingresar en la UE y en la OTAN en los años ochenta o para adoptar el euro como moneda única? ¿Se hicieron los deberes para cumplir con los diferentes tratados de la Unión, especialmente el de Maastricht?

Posiblemente, España se equivocó al no concederse la oportunidad de elegir entre diversas opciones de Estado o modelos de convivencia que no fueran tan gravosos para su bolsillo. Posiblemente, yo también me he equivocado.