UNO no acaba de entender por qué el partido que ganó las elecciones generales de noviembre en España, como en cualquier otro país de este mundo, no es el que manda en toda la nación. Es evidente que quienes salen victoriosos, por caso, en las elecciones de Estados Unidos son los que ordenan y mandan en la nación, y si el señor Obama tuviera la pésima suerte de que gobernara en uno cualquiera de los Estados de la nación norteamericana alguien de la talla intelectual y política de Paulino Rivero, en el caso rarísimo de que hubiera entre los humanos alguien semejante a este prodigio sauzalero, le duraría menos en esa poltrona gringa que un rosquete en la puerta de la escuela primaria de El Cabo o de Duggi. Se lo quitaría de encima y lo mandaría destinado a una escuela de párvulos de Groenlandia o, a ser posible, de la Antártida, previa negociación con la presidenta de Argentina, que, como está por mamarse la empresa petrolera española Repsol, la pedirá a cambio de proporcionar el destierro a la Patagonia.

Y mira por dónde, coincidiría este bien ganado destierro con la noticia que acaba de circular por Tenerife de que el amigo y colaborador de Rivero, el socialista José Miguel Pérez, quien fue secretario general de ese partido, quitando del medio a López Aguilar, "Terminator", consiguió, como presidente del Cabildo de Gran Canaria que era entonces, que se le concediera a un sujeto canarión una de las emisoras que repartió "ad libitum" un jurado nombrado por don Paulino, para repartir las frecuencias radiofónicas entre amigos y recomendados, dejando fuera a la emisora de este periódico y sin trabajo a un grupo destacado de empleados.

Como se sabe, actualmente don José Miguel, que fue elevado a los cargos de vicepresidente del Gobierno y consejero de Educación por Rivero como pago de sus votos para sostenerlo en la presidencia, sigue como si tal cosa, tratando de armar un follón nuevo con el intento de dar el liderazgo a la Universidad de Las Palmas del Distrito Universitario de Canarias, aunque Pérez sigue en el Gobierno y Rivero de segundo de a bordo cometiendo todas las barrabasadas que puede y le deja su amado jefe, hasta el punto de que la enseñanza en Canarias está al mínimo nivel y con un horizonte más negro todavía que el actual, que ya sobrepasa, en lo negativo, el color del betún. Pero el señor Pérez, a quien la derrota socialista por goleada dejó sin poder para fastidiar a la gente, incluso a sus íntimos, entre ellos a su amigo convencional del alma, don Paulino Rivero, si se tercia, y que tenga mucho cuidado porque es un maestro en esas cosas y cuando menos lo espera se encuentra desmontado de la poltrona. Y pidiendo un cargo por puertas.