CONSERVO entre mis más preciados objetos personales una entrevista radiofónica que me realizó el amigo y maestro César con motivo de la obtención de un premio de poesía. Será, indiscutiblemente, una forma de recordatorio incólume de su maestría y saber estar en una faceta que para él era una más del amplio abanico de la locución que había experimentado a lo largo de su dilatada vida laboral. Una vida en la que ni una inesperada dolencia le había impedido proseguir con su labor informativa; ya fuera presentación de actos, entrevistas o moderación de tertulias cotidianas. A mi pregunta sobre su salud, me respondió cortésmente pero de forma un tanto evasiva, ya que una de sus virtudes, pese a ser comunicador, era la de pasar lo más desapercibido posible, dando todo el protagonismo al entrevistado. Loable actitud, diametralmente opuesta a muchos de los actuales locutores "estrella", que se ocupan mucho más de su propio ombligo que de informar puntualmente sobre el diario acontecer.

Salido de las ondas de aquella escuela de locutores que fue la desaparecida Radio Juventud, dirigida entonces por Miguel Ángel Yanes Contreras, creo recordar, pasó rápidamente a engrosar la plantilla de comunicadores de dicha emisora. Años después, su experiencia le demostró el matrimonio existente entre la radio y la publicidad, lo que le motivó a la creación de la empresa Publicidad Diana, para después colaborar con Radio Popular, fundada por el sacerdote y periodista don José Siverio Pérez; primero de forma eventual y más tarde como miembro preferente de su plantilla, hasta su prejubilación en 1993, fecha en que pude escuchar su inhabitual protagonismo, al personalizar y leer su carta de despedida a los oyentes, motivo por el que le dediqué un comentario con el mismo título y en esta Casa, sabiendo, como luego así fue, que tras la lectura de su misiva se abrían nuevos horizontes profesionales, aunque de momento como asesor.

Su nueva etapa fue en la lagunera Radio Aguere, hasta que más tarde volvería a los micrófonos de la mano de su antiguo compañero y amigo José Antonio Pardellas en la recién creada Radio Isla. Etapa que acababa de concluir, debido al injusto cierre de la empresa, por causa de la más injusta distribución de licencias de FM otorgadas por el actual Gobierno de Canarias. Un tiempo, como ya he dicho, que no fue impedimento para compatibilizar sus problemas de salud con numerosas presentaciones de actos, tal como me lo confesó y llevó a cabo hasta casi sus últimos días de vida; colaborando en el proyecto de Ansina, del Cabildo, así como en la segunda edición de la Biblioteca Sonora Canaria, bajo el mecenazgo de Sinpromi.

Dotado de una bondad y cordialidad fuera de lugar, César fue también un hombre enormemente ocurrente, investido de un fino humor no exento de ironía, aunque nunca ofensivo. Pese a sus años de experiencia, por los que se podía permitir algunas licencias profesionales, jamás renunció a la clásica escaleta de programación ni al exhaustivo ejercicio de documentación previo, necesario para superar con estilo cualquier entrevista o noticia que fuera a realizar o dar. Tengo constancia de que se dolía enormemente cuando, por un casual, la información que poseía no encajaba por completo en la biografía del entrevistado, llegando hasta el innecesario acto de pedir excusas por la leve equivocación. Una demostración más de su humildad y su valía de caballero de las ondas.

Muchas han sido las facetas radiofónicas de este querido amigo ahora fallecido, lo que es motivo para que la gran familia de oyentes que cosechó en sus cincuenta años de profesión lo recuerde conforme a sus propias preferencias, tanto culturales como informativas, deportivas o carnavalescas. Un ramillete de aciertos difícilmente superable y que él supo siempre conducir con suprema brillantez.

No encuentro palabras de consuelo para sus hijos y nietos, que serán el almario permanente de su memoria, aunque sí desearles que ese dolor que ahora los atenaza se vaya mitigando y transformando en amorosa nostalgia de su paso por esta vida efímera, de la que todos, más pronto o más tarde, seremos llamados de forma inexorable. Descansa eternamente en paz junto a tu esposa, querido César, mi inolvidable amigo de la radio.