EL PARTIDO gobernante, el PP, ha puesto el retrovisor de la historia y está empeñado en mirar por él; el futuro parece importarle bien poco, puesto que en lo referente a la acción y actitud en política económica es un discípulo disciplinadísimo de los mandatos de la canciller alemana, la señora Merkel, que le dicta por dónde debe conducir estas políticas, y que de momento van camino del fracaso. Y la mayor prueba de que esto es así son los próximos seis millones de parados con los que se va a llegar a fin de año. Se está viviendo en la época en que los españoles, para poder subsistir, emigraban a Alemania y los canarios, a Cuba o Venezuela; o sea, en los peores años del cuasi-racionamiento en un país empobrecido y esquilmado por un desarrollismo que tardó en llegar.

Eso es en lo concerniente a la economía, porque si nos vamos a la estructura actual de Estado, cuyo modelo está registrado en el Título VIII de la Constitución, que de momento es la que marca las reglas de juego, la decisión que les inquieta tomar, y que lo harán el día menos pensado, en uno de esos viernes que elucubran salidas que más bien son entradas al pasado, es que ese modelo pretenden modificarlo. Y lo quieren modificar porque lo que se les ocurre decir es que el desaguisado actual del desastre económico se ha establecido por el derroche causado por las autonomías. Lo que en parte y en algunas, precisamente aquellas que están bajo su paraguas protector, es así de cierto.

Volver atrás, adelgazar la administración, que ya se ha empezado por diseñar los ayuntamientos que se quedarán en pie. Serán aquellos de más de cinco mil habitantes, que en algunos sitios nos parece hasta bien, y liquidar diputaciones, que tampoco está mal, pero cuando llegan a cuestionar el modelo para tender a su minimización, sin tener enfrente un espacio donde se circunscriba el marco del federalismo como modelo avanzado, es volverse a los tramos históricos donde funcionaban la oscuridad y el ostracismo más lacerantes.

El Estado de las Autonomías ha fracasado, y eso lo dice doña Esperanza Aguirre, porque está atrapada en la deuda que ella ha generado; y lo dice también Artur Mas, porque a CiU lo que le interesa -y es lo que pregona y defiende- es que sea la independencia, cuando se dé la opción, lo que se instaure en Cataluña para no verse sometidos a un saqueo permanente y que no se les revierta buena parte de aquello que suministran al Estado. Son dos cuestiones totalmente distantes y que cada cual pretende escapar por donde su política les está indicando.

Se podrá destruir el Estado de las Autonomías y habilitar un nuevo escenario donde el encorsetamiento y el ordeno y mando sea lo que prime. Pero es obligado recordar que todo este modelo, y con más intensidad política y menos fortuna, por supuesto, se hizo desde la Segunda República y luego, por extensión histórica, se consolidó en la Constitución de 1978, en parte para acallar las voces de los nacionalismos vascos y catalanes, porque el canario en aquel momento ni voz ni voto, ni siquiera como mero convidado de piedra. Retroceder alguna que otra vez es bueno si se consigue con ello algún tipo de impulso porque han fracasado las políticas del Estado central; es una huida hacia delante y con un compromiso difícil de mantener que lo que ocasionará será fortalecer el nacionalismo y dirigir sus exigencias territoriales con más virulencia si cabe, puesto que se les obliga a ello.

Canarias está en esa tesitura si en aquel tiempo político no tuvo influencia alguna, si en estos momentos de su historia, y con unas circunstancias que no se ha buscado, que han obligado a las Islas a estar bajo míninos en bienestar social. De ahí que la "cuestión canaria" esté en candelero y ya, tal vez, no sea el tiempo de lástima, de ser generosos, de ser los aguantadores, cuando tenemos la riqueza que poseemos y se tenga que decir bien alto que a los territorios no se les puede zarandear según les convenga y bajo pretextos que salen desde Madrid, donde están los sabios que de todo saben.

Debe reflexionarse muchísimo qué acuerdos deben tomarse para que las Islas estén en el lugar que les corresponde y que no se nos siga mirando por encima del hombro como los desheredados de la tierra y como reducto de sol, buen tiempo y paisaje. Canarias es algo más que todo eso.