Ayer, poco después de las tres de la tarde hora canaria, los "mercados" le exigían al bono español a diez años 455 puntos básicos más que al alemán, con lo cual la prima de riesgo se situó en los mismos niveles del 22 noviembre, dos días después de que el PP ganase las elecciones. Esos 455 puntos significan que por cada euro que le pidamos a los inversores internacionales -los mercados de los que tanto se habla- tenemos que pagar un interés del 6%. ¿Mucho? Si consideramos que el nivel del rescate es el 7%, háganse ustedes mismos una idea de la situación. Bien es verdad que España no puede ser rescatada porque lo ha dicho Felipe González. Y si alguien habla excátedra en este país es González. Otra cosa no se ha visto, pero en fin.

Cabe suponer que dicha situación afecta un poquito a Canarias. Sobre todo si consideramos las nada superficiales circunstancias de que el resto de España nos subvenciona generosamente los pasajes de barco y avión que compramos para ir a la Península (ya sea por motivos de trabajo o para disfrutar de un asueto), el transporte de las mercancías que consumimos y las pocas que exportamos, una parte sustancial de la cesta de la compra (aunque seguimos teniendo la cesta de la compra más cara de España porque las ayudas del REA se las maman los cuatro listos de siempre, que no están en la Península sino en Canarias), buena parte de la electricidad con la que nos alumbramos, nos calentamos o nos refrescamos, etcétera. Resumiendo, la situación económica del país nos afecta de lleno.

¿Era esto lo que le preocupaba ayer al Gobierno de Canarias y, de forma concreta, a su presidente? Para nada, como diría una encantadora amiga venezolana que hace unos años salió de ese país huyendo de la catástrofe de Hugo Chávez y a día de hoy no sabe qué hacer porque, no la culpo, está empezando a pensar que esto es peor. Lo que le preocupaba ayer a Paulino Rivero era aclararles a los empleados de la Comunidad autónoma que no van a perder ni uno solo de los siete días de asuntos propios que disfrutan al año. Por lo tanto, tranquilidad en las masas.

No voy a preguntarme de cuántos días dispongo al año gratis et amore para resolver asuntos tan baladíes como llevar el coche a la ITV o estar en casa mientras un fontanero me arregla un grifo. No hace falta que me lo pregunte porque conozco la respuesta. Tengo los mismos días que un taxista, un autónomo de cualquier ocupación y hasta de un señor tendero de lo que sea: tenemos no siete sino todos los que nos dé la gana. Eso sí, siempre que nos los paguemos nosotros, porque cuando cerramos el quiosco no nos entra ni un céntimo.

¿Podemos salir del agujero con unos gobernantes tan preocupados por asuntos de tanta gravedad como el mencionado? Sospecho que no, aunque la última palabra se las dejo a ustedes.

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