EN LOS GRANDES centros de decisión del continente europeo, azuzados por los resultados de las últimas consultas electorales celebradas, y sobre todo debido a las oscuras expectativas que las políticas radicales de austeridad implican a corto plazo, produciendo el alarmante estancamiento o retroceso de muchas de las economías del euro, suenan ya las trompetas para una pronta instauración de un plan que "potencie el crecimiento favoreciendo la inversión pública para desencadenar la inversión privada". Estas últimas son palabras, ratificadas por otros mandatarios de peso, del comisario de Asuntos Económicos de la UE, Olli Rehn.

Esta vez son los propios europeos los que deben coger el toro por los cuernos ante la quiebra que se barrunta en el horizonte y construir al menos un camino como el que quedó marcado en la historia con el apellido del secretario de Estado de los Estados Unidos George Marshall (denominado oficialmente European Recovery Program o ERP), planificado por Estados Unidos para la reconstrucción de los países del Viejo Continente después de la Segunda Guerra Mundial y para contener el avance del comunismo. Repartió con criterios de renta per cápita, para abastecerse de bienes y servicios, con acento en los productos "made in USA", 3.297 millones de dólares en Reino Unido, 2.296 en Francia, 1.204 en Italia, 1.128 en Holanda, y así sucesivamente en una larga lista de países y zonas.

Ayudaría también, como está sucediendo, que el euro empiece a cambiar por debajo de los 1,30 dólares -tendiendo hacia 1,25 como apuntan los analistas-, resultando incluso extraño que haya aguantado, porque si todo lo demás sigue igual, un euro más débil potenciaría las exportaciones de la Eurozona y, por tanto, el crecimiento. Sin embargo, la debilidad del euro coincide con las dudas sobre la recuperación en EEUU, sumándose a lo que parece a nivel mundial una ralentización del comercio, que sí que tendría muchas más repercusiones que los tipos cambiarios.

Según se está apuntando desde Bruselas, se preparan en este nuevo plan dos vías de ataque. Por un lado, a través del Banco Europeo de Inversiones (BEI) y, por otro, a través de bonos especiales.

Porque todo va a tener que engarzarse en una política integral en la que se van a ir confrontando las dos fuerzas -ajustar y crecer- con polos de carga positiva y negativa y en la que los Estados y zonas concretas como Canarias van a tener que jugar el papel de electrones negativos, o "polis" malos, que va a contrastar con el papel de protones positivos, o "polis" buenos, reservado para Europa. Se haya hecho lo que se haya hecho, en Canarias y en España hay que recortar + y + (calculan que el déficit español estará este año rondando el 6% y el 4% en 2013), y si eso ven que está encaminándose, entonces este club de ricos que todavía lanza naves espaciales de carga desde la Guayana liberará fondos con teórico efecto multiplicador para, por parte del BEI, financiar proyectos de inversión en infraestructuras o medio ambiente, entre otros, y por parte de esos bonos mencionados lanzar proyectos para respaldar inversiones estratégicas en redes de transportes, energía, internet y telecomunicaciones. La idea es que la UE, a través de una garantía para proyectos, puede calmar el temor de los grandes inversores -fondos de pensiones, aseguradoras, etc.- a comprar esos instrumentos.

La salida ligada y controlada para Grecia, los eurobonos (aunque sea de forma limitada) y los bancos malos o sucedáneos tendrán que aparecer con fórmulas que se llevan madurando muchos meses y que en principio tímidamente, y dependiendo de las presiones, irán poniendo en marcha.

El problema es que todo es una enorme y compleja maquinaria con riesgo de venirse abajo y que actúa lentamente, como decía Felipe González, para llevar a los galgos a desgañitarse. Traspasado a una trama policíaca, lleva a los gobiernos autonómicos o estatales a ejercer el papel de "poli" malo cuando el factor que más influye en el crecimiento es el comercio mundial, y ese está fuera del control exclusivo de los países ricos.

Además, Europa, a diferencia de EEUU, tiende a desmontar el precario equilibrio del llamado Estado del bienestar y a devaluar sustancialmente la periferia. El diferencial en renta y producción se incrementa entre el Norte y el Sur, las pymes están abandonadas a su suerte y, por lo tanto, aquí y ahora, el Plan Marshall tendrá que ser rápido, efectivo, ambicioso y redistributivo.

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