Aquí no ha pasado nada: el cuarto banco del país está en situación de quiebra y no hay un solo responsable. Pagamos todos, pero no se ejercitan responsabilidades personales y políticas. Esperanza Aguirre manejó las bambalinas para tener un gigante económico al servicio de sus intereses políticos. El PP suma las catastróficas gestiones financieras de Valencia y Madrid y ni siquiera hay alguien en la picota.

El chantaje funciona: si se hunde Bankia, nos hundimos todos. Está bien, lo vamos a salvar a la fuerza. Con dinero de todos. Bankia nos pertenece, pero solo tenemos un montón de escombros. Luego se privatizará y algunos volverán a pillar.

Las "burbujas" forman parte de la historia de la economía moderna. Se pinchan, pagamos los destrozos y esperamos a la siguiente, porque no hay ninguna voluntad de exigir responsabilidades ni poner controles a la actuación de políticos y ejecutivos irresponsables. Los gestores se llevan el dinero que incluso no existe en la contabilidad.

La sociedad española no explota, solo porque hay mucho miedo y ausencia total de liderazgos. La encuesta del CIS es demoledora: nadie inspira confianza.

No hay claridad ni ejemplaridad: los dos requisitos básicos de la democracia moderna. Cada lunes puede haber una nueva sorpresa. Y la sensación de improvisación inunda todo. Nunca un gobierno gastó su crédito en tan poco tiempo. Nunca existió un vacío tan grande en la posibilidad de hacer un trasvase de confianza: el vacío.

Las instituciones internacionales que han tomado el mando de la economía española nos piden más sacrificios. Rajoy amenaza: "Cada viernes habrá nuevas reformas". Ni un solo dato que indique dónde está el final de este camino.

¿Quién asumirá las responsabilidades cuando se demuestre que este vademécum de recetas va en la dirección equivocada?

La confianza tiene como corolario la responsabilidad. Y la autoridad, todas las autoridades, tienen que estar sometidas a la ejemplaridad. Si no se cumple, se debe pagar. Ahora mismo se evidencia que en España existen dos mundos sin conexión: el de los privilegiados, que además de enriquecerse no rinden cuentas, y el de los ciudadanos comunes, a los que se les aplican sacrificios que quienes los ejecutan no están dispuestos a compartir. Esta ruptura de las reglas de juego de la verdadera democracia conduce a la senda griega. ¡Al tiempo!