Se celebra este fin de semana el aniversario del 15-M y, por el despliegue policial y la alerta de orden público, más parece que una horda de bárbaros estuviera a punto de asaltar Madrid y otras capitales.

El amedrentamiento y los recortes en tiempo y espacio han sido la estrategia puesta en marcha por la delegada del Gobierno en la capital para desmovilizar a los seguidores del movimiento de protesta ciudadana.

La provocación siempre es peligrosa, y más cuando viene de un cargo público con responsabilidad sobre las fuerzas de orden. Cristina Cifuentes, la delegada del Gobierno en Madrid, al margen de tener una enorme afición a salir en los medios de comunicación, con foto incluida, se ha caracterizado por practicar el orden preventivo anunciando: "Eso yo no lo habría consentido".

Lo dijo nada más llegar al cargo y se refería, lógicamente, a los indignados de la Puerta del Sol. Siendo, como es, una señora de derechas y de orden, su frase recuerda la histórica proclama de la Pasionaria: "No pasarán". Y pasaron, ¡vaya si pasaron! Su afición por contar no solo lo que va a hacer, sino también lo que hace, le llevó a confesar que se había "infiltrado" en una asamblea del 15-M para ver qué preparaban. Las críticas le hicieron rectificar y aclaró que había asistido a dicha asamblea "como una ciudadana más". La única diferencia es que ella no es una más, es la que manda sobre la policía; y eso no se hace.

Pero, como debió aprender en compañía de los jóvenes, ha decidido que los policías se infiltren también en la Puerta del Sol disfrazados de manifestantes. Los que vayan de uniforme no llevarán el preceptivo número de identificación y sí una cámara en el casco para grabar a los concentrados. Lo dicho; como si fueran los vándalos.

La prohibición de pernoctar en las plazas de Madrid y otras capitales fue rechazada incluso por el fiscal general del Estado, Torres Dulce, y la propia policía advirtió del riesgo que supone el desalojo de miles de descontentos.

Por si acaso, a Rita Barberá, la alcaldesa de Valencia, se le ha ocurrido llenar la plaza del Ayuntamiento con una instalación pirotécnica. Ha recuperado, oportunamente, la obligación de conmemorar a la Virgen de los Desamparados. Así que, en esta capital, deberán "ocuparse" otras plazas.

Hay expertos que consideran que tantas medidas de seguridad y tantas amenazas harán desistir a los jóvenes en su intento de acampada. Otros, por el contrario, afirman que las provocaciones solo llevan a enaltecer a los indignados y harán que se sume más gente mayor que, pese a la crisis, no se había sentido concernida por la protesta.

En cualquier caso, ¿está justificado tanto miedo por parte de los que mandan?