INTRODUCIRSE en la psicología multitudinaria, lo que los psicólogos llaman "teoría de la facilitación", que a su vez es una rama de la psicología social, es harto complicado desde Sigmund Freud, que considera que la gente que está reunida en muchedumbre actúa de forma diferente hacia los que dirigen sus propuestas o exigencias que los que actúan de manera individual, hasta la idea de Le Bon, el cual considera que las muchedumbres fomentan el anonimato, aunque, eso sí, la ayuda entre unos y otros es mutua y muchos consideran como objetivo el mismo aun desde la disparidad de condicionantes que impulsan ir hacia ese objetivo que lo hacen común.

Antes de explicitarse la teoría de la norma emergente, la psicología social se había apoyado en la antesala de otra teoría, que es la de la "convergencia", que mantiene que el comportamiento multitudinario no es un producto de la muchedumbre en sí misma, sino que es llevado hacia ella por individuos particulares, lo que en definitiva viene a decir que la gente que quiere actuar de una cierta manera se une para formar muchedumbre. Esta teoría reivindica que el comportamiento multitudinario no es irracional. En vez de eso, la gente en muchedumbre expresa creencias y valores que ya existen que se han deteriorado, que se han camuflado, por lo que su reacción es el producto racional de un sentimiento y de una situación popular difundida.

Y ahí se desglosa, desde la teoría más concluyente desde el punto de vista del comportamiento humano, la teoría de la norma emergente. Ralph Turner y Lewis Killian inciden que el comportamiento social nunca se puede prevenir enteramente, pero que las muchedumbres jamás son irracionales.

Las muchedumbres empiezan como colectividades, actuando, como protesta, con una voz cuasi universal.

La toma de decisiones juega un papel importante en el comportamiento multitudinario, aunque los observadores causales de una muchedumbre no se den cuenta. El comportamiento multitudinario refleja los deseos de los participantes, pero también es guiado por normas que surgen según cómo se desarrolla la situación. La teoría de la norma emergente señala que la gente en una muchedumbre toma papeles distintos: algunos se ofrecen como líderes, otros inactivos y algunos ausentes o camuflados, que también los hay.

Y haciendo referencia al 15M, se está en un estadio de esa teoría emergente, donde existe, a pesar de algunas conclusiones, un avance en la situación del movimiento en sí mismo. Porque, a pesar de definirse reivindicativo en múltiples cuestiones socio-políticas que están desfasasdas e inconexas no acaban de dar con el quid de la cuestión. Porque no solamente se trata de enumerar problemas, sino de introducirse en la búsqueda de soluciones a los mismos .Y ahí estriba la dificultad de la teoría de la norma emergente.

El movimiento está ahí, tiene fuerza, pero esa dinámica establecida se esparce, se centrifuga y después de un entusiasmo colectivo que genera necesita una estructura cuasi piramidal que asuma lo que los elementos trasversales exigen o han estudiado o han propuesto, porque si no es así podría quedarse paulatinamente en el desánimo, en la desmovilización por la falta o tibias respuestas desde el poder político instituido.

El 15M es, aunque incipiente, una esperanza aun desde su emergencia como colectividad "desliderada" capaz de ilusionar y comprometer a más gente aún, lo que sería bueno ante los conformismos establecidos, las normativas dictadas y las reverencias que no se cansan de hacer gobiernos maltratados por sí mismos, por su debilidad, por su falta de reflejos, que han hecho que el compromiso de la colectividad encuadrada en el 15M siga abriendo el espacio de una operatividad más productiva y, tal vez, desde abajo hacia arriba las cuestiones vitales que hoy preocupan se sitúen en el lugar, al menos, de la verdad, no del tapujeo, del despiste o del eufemismo verborreico que se está poniendo de moda por políticos de altísimo fuste.